lunes, 22 de septiembre de 2014

Recuperando viejas costumbres...

  El sudor frío recorre su espalda mientras se esfuerza por que sus rodillas no desfallezcan. Siente que si cae será lo último que haga en su vida. Sabe que algo le persigue, como el cervatillo que alza la vista al sentir la presencia del cazador, ella se siente presa.

 El fin de semana se había presentado maravilloso, el Sol brillaba en un cielo abierto. Habían planificado este viaje desde hacía mucho tiempo, sus padres cuidarían de la pequeña y por fin, después de tanto tiempo, podrían disfrutar el uno junto al otro tranquilamente. 

 El viaje fue corto, una hora por la autovía en dirección noreste y después salieron por la nacional hasta llegar a las afueras de Argentona, a un pequeño pueblo que en esta época del año se hallaba casi deshabitado. El verano había dado paso al otoño y el invierno pedía paso arrastrando las hojas al suelo embarrado, la nostalgia por la vida que se vivía en primavera empezaba a adueñarse del lugar. 

 Finalmente, tras cruzar un tortuoso sendero llegaron con el coche a la casa que habían alquilado. Les sobrecogió el lugar. Una puerta de hierro forjado cerraba el paso a un camino bordeado de arboles y macetas hacia una casa de montaña del siglo XIV. A la derecha del camino, un cobertizo con trastos y útiles de labranza que acumulaban óxido, a la izquierda una panorámica del valle de Canyamars y los campos antaño labrados, ahora invadidos por maleza. Y al fondo, la casa. su fachada blanca adornada con un reloj solar y tres altas ventanas con los postigos cerrados al viento. Le pareció que la casa les esperaba. Por un momento tuvo la sensación de que la casa era un ente vivo, un animal que esperaba paciente la visita de una presa viva para saciar su hambre de vida. Sintió que las manchas de humedad que salpicaban la fachada eran realmente surcos de sudor que el monstruo exudaba bajo el calor del Sol implacable, el portón se le antojó las fauces de una criatura viscosa y oscura que se cerraría tras ellos engulléndolos para siempre.

 Alberto le cogió la mano sacándola de su ensoñación. El motor del Corsa ronroneaba mientras se enfriaba. Sonrió mirándola a los ojos, se sentía feliz ante la perspectiva de ese fin de semana perfecto que habían planeado. No se creía su suerte cuando encontraron en Internet esa magnifica casa a precio de saldo. Al principio temieron que fuese una estafa pero decidieron arriesgarse. Al fin y al cabo una oportunidad así no se podía dejar escapar tan fácilmente y el viaje merecía la pena.

 Bajaron del coche y una ráfaga de viento frío les dio la bienvenida, Las ramas de los arboles se estremecieron y parecían susurrar a su alrededor. Algunas hojas se arremolinaron a sus pies como si quisiesen arrimarse al calor de su cuerpo. Se ajustó la chaqueta para resguardarse del frío y caminó lentamente hacia la puerta cuando percibió entre las sobras del camino la oscura silueta de un hombre que les miraba fijamente. Con un suspiro entrecortado apretó el brazo de su chico indicándole la presencia del extraño. La gravilla crujió bajo las botas del desconocido cuando salió de las sombras producidas por un sauce sonriendo hacia ellos.

 - ¡Buenos días! Llegan justo a tiempo, en quince minutos tenía que marcharme a enseñar otra casa- Mientras hablaba abrió el candado de la cadena que mantenía cerrada la oscura puerta de metal. - Espero que el viaje haya sido tranquilo y no les costase demasiado encontrar este lugar- Abrió la chirriante puerta y con una sonrisa extendió su mano para estrechársela a la pareja, primero a él. - Encantado de saludarles, mi nombre es Amadeus- Después a ella. - Wolfgang Amadeus, mi madre era muy amante de la música clásica, aunque me temo que por desgracia yo no he heredado las maravillosas características de quien inspiró mi nombre- sonrieron los tres ante aquel intento de romper el hielo y la pareja se presentó. Su anfitrión vestía un largo abrigo negro y alzaba unos elegantes guantes de fina piel del mismo color, sus botas marcaban un paso rápido y enérgico sobre el empedrado del suelo mientras describía la historia del lugar y la importancia de las tierras de labranza de alrededor. - El pueblo hoy en día no es gran cosa, se ha visto reducido a casas de segunda residencia y cuando más gente tiene es a finales de verano con motivo de las fiestas medievales, lamento que no hayan podido disfrutarlas, este año fueron todo un éxito. Bien, ¡ Aquí estamos! - Anunció mientras introducía la llave en el gran portón de la entrada.- Caballero... - Se hizo a un lado a la vez que con la mano le hacía un gesto para que hiciese los honores de franquear la entrada. 

 El portón crujió mientras se abría dejando entrar la luz por primera vez en mucho tiempo. Momentáneamente les costó respirar el aire rancio del interior, pero la sensación pasó transcurridos unos segundos y la luz del exterior penetró lentamente en el inmenso espacio del recibidor. Unas finas partículas de polvo flotaban en el aire, removidas después de mucho tiempo reposando. El piso de roja terracota se conservaba en buen estado y algunos muebles realmente antiguos descansaban apoyados en las paredes que presentaban algunos desconchones y grietas en su pintura. El alto techo se sustentaba sobre unas viejas vigas de madera marcadas por algunos agujeros de termitas. 

 - ¡Ah! El hogar... ¡Dulce hogar!- Dijo Amadeus con una amplia sonrisa de vendedor ambulante- No se dejen engañar por una primera impresión, les aseguro que es la casa más acogedora que van a encontrar en muchos kilómetros a la redonda- Se sacudió elegantemente una mota de polvo que se había posado en la pechera de su abrigo.- Es una de las pocas masías medievales que se conservan en todo el país, es un lugar con mucha historia ¡Y vaya historia! Si nos da tiempo os contaré un poco sobre el propietario original de esta finca. Ahora por favor... Seguidme. 

 «A mano derecha, traspasando un alto arco tenemos la cocina, por supuesto está actualizada con los servicios disponibles hoy en día aunque se ha intentado conservar al máximo su esencia, disponen de un lavadero y una pequeña cocina de gas, todos los muebles son originales del siglo XVIII y se conservan en muy buenas condiciones, como pueden ver la mesa es regia resistente, a no se hacen trastos como estos hoy en día. En la alacena hay una vajilla original de plata, aunque no les recomiendo que utilicen esos cubiertos, quien sabe la de tiempo que hace que no se limpian... El hogar es magnifico como pueden ver, está preparado perfectamente para encender una buena hoguera y es maravilloso pasar la noche frente al fuego antes de ir a dormir. A través de esa puerta llegamos al cuarto de baño, como pueden ver disponen de tres piezas totalmente funcionales, aunque el deposito del calentador es bastante pequeño, les recomiendo que la ducha sea rápida si no quieren encontrarse duchándose con agua del ártico. Encuentro la piedra vista de esta habitación realmente maravillosa, os puedo asegurar que esto no se os va a caer, aunque si tenéis que cuidaros del agujero que hay en el techo al fondo de la ducha, da al piso de arriba, aunque es una habitación que no necesitareis utilizar para nada. Si volvemos al salón de entrada podremos dirigirnos al largo comedor y pasar por el que era el despacho del señor de la casa. Fijaros en el documento enmarcado en la pared, en el podemos ver que el rey Fernando II de Aragón visitó varias veces la hacienda en varios años, podéis ver su firma «Yo el Rey» Cuanto ego metido en unas calzas... Lamentablemente son unos documentos falsos, el rey nunca nos honró con su visita, aunque como les dije, si luego tenemos tiempo, les contaré la historia sobre este lugar, nos queda por visitar la habitación del fondo, donde veréis una mola donde se prensaba el trigo y luego subiremos al piso superior para ver las habitaciones, tened cuidado con los trastos que hay apilados aquí, suelen poner trampas para ratones por que esos diablillos a veces se cuelan desde el campo, aunque no creo que les molesten en esta época del año. Bien ¿Subimos? Cuidado con las escaleras, cuando las construyeron no tuvieron en cuenta la comodidad. Bien, una vez arriba pueden ver que delante de las escaleras hay una gran habitación con varias camas, estos eran los aposentos destinados a los hijos y los invitados. Podéis notar que el suelo tiembla ligeramente, es debido a la construcción con vigas de madera, pero no os preocupéis, esta masía lleva en pie más de 500 años, no se va a caer este fin de semana. El techo es alto y podéis contemplar la inclinación del tejado y lo regias que son las vigas, en aquellos tiempos cuando construían algo bien, lo hacían a consciencia. Bueno, esta es la sala principal del piso superior, en esta vitrina podéis ver que se conservan varios vestidos de clase media de la época victoriana esos modelitos son de bebé junto con el carrito al lado de dos vestidos de mujer adulta. La vitrina ayuda a que se conserven en buenas condiciones a pesar del paso del tiempo y siguen siendo bonitos aunque ese tono amarillento los apague un poco. Aquí a la derecha está la habitación principal de los señores, ocupa todo el espacio de la cocina y esta portezuela da a lo que sería la pequeña habitación del bebé que conserva la cuna original, tras esa cortina se haya el agujero del techo que vimos en el baño, tengan cuidado, lo mejor es no entrar en esta habitación. Sólo nos queda por ver la zona de los criados de la casa, que es esa habitación que queda a la derecha según se entra desde las escaleras. ¿Esas otras escaleras? Dan a la buhardilla... Está lleno de trastos y libros cubiertos de polvo. Nada interesante desde luego, los tesoros, de haber existido, hace mucho tiempo que no están aquí. Los dueños me han rogado explicitamente que no retiren las fotografías que se hayan en las paredes de esta sala. Se que resultan inquietantes, son post-mortem, imágenes del 1800 y pico, eran muy populares en aquellos tiempos La práctica consistía en vestir el cadáver de un difunto con sus ropas personales y participarlo de un último retrato grupal, con sus compañeros, familiares, amigos, o retratarlo individualmente. Es curioso observar estas fotos, por entonces los tiempos de exposición eran muy elevados y si os fijáis bien, podréis adivinar quien es el muerto en la imagen, es la persona que sale más nítida... Quizás pueda ser producto de alguna superstición. Al menos, no deja de ser curioso el que un muerto se vea más claramente en la imagen que una persona viva... Me quedan escasos minutos si quieren les puedo hablar del señor Joan de Canyamars mientras me acompañan al coche... 

 - La verdad es que poco se sabe de este hombre, más que fue un terrateniente a mediados del siglo XV que vivía por esta zona y trabajaba (O más bien, mandaba trabajar) el campo, se hizo tristemente célebre por atentar contra el Rey Fernando el católico en una visita de este a Barcelona. Con el fin de comprobar si había actuado en solitario o formaba parte de alguna conspiración, Joan de Canyamars fue curado de sus heridas e interrogado bajo tormento; durante el suplicio confesó que había actuado por inspiración del Espíritu Santo, que veinte años antes le había revelado que el verdadero rey era él, diciendo después que le había incitado el demonio según su declaración, cuando el rey hubiera muerto, el propio Canyamars ocuparía el trono en su lugar. Fue arrastrado por las calles de la ciudad y descuartizado, tiraron sus restos al populacho que lo vejaron y quemaron sus restos para ahuyentar al maligno... Algunos dicen que estaba loco, otros que era un visionario que luchaba por los derechos de las clases medias... Personalmente, creo que habría sido una era interesante cuanto menos... 

 Entregó las llaves a Alberto y el dinero cambió de mano, les deseó una feliz estancia y despidiéndose subió en su coche, un viejo Renault 14. - ¡Sí! ¡Es una carraca! Pero funciona a las mil maravillas, ¡Es mi carromato de la suerte! Las luces de posición se reflejaban en el barro y el motor traqueteó con sus viejos caballos mientras se alejaba del lugar, tocó el claxon por última vez, antes de perderse en un recodo del camino.

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Perdí mi musa

Buenas noches.

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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Laberinto. Parte 7

Laberinto
Parte VII
Miedos



Abre los ojos, y todo es oscuridad a su alrededor, siente las sábanas empapadas en sudor y el cabello pegado a la frente. Enciende la luz de su mesita de noche, todo está en calma, todo está en silencio. Se sienta en el borde de la cama buscando sus zapatillas de estar por casa, no están a la vista, debieron colarse debajo de la cama.
Mete la mano palpando el suelo. No siente nada más que el tacto del linóleo. Con fastidio decide estirarse para encontrarlas con la vista.
Algo en el ambiente le resulta extraño, como un zumbido en el aire, algún tipo de vibración poco perceptible. Agudiza el oído, nada. De repente la oscuridad bajo su cama se le antoja demasiado corpórea.
Se pone en cuclillas, levanta las mantas para colocarlas sobre el colchón.
Apoya el brazo en el suelo y se estira poco a poco al tiempo que baja la cabeza para mirar bajo la cama.

Unos ojos rojos le devuelven la mirada acompañados por un rugido y la oscuridad se apodera de ella...
Se despertó sobresaltada, el libro cayó al suelo. La luz estaba encendida y todo se encontraba tal cual se había quedado antes de dormirse.

Sentía el corazón latiéndole a un ritmo acelerado y la respiración agitada, se retiró un mechón de pelo de la cara, sentía la necesidad de ir al baño, salir de la habitación y respirar un aire que no estuviese tan cargado, tan viciado y caliente como el que le rodeaba.

Se levantó para ir al baño, las sombras del pasillo se le antojaban demasiado oscuras, demasiado vivas. Tiene la sensación de ser observada... No le gusta eso, no le gusta que la gente le mire fijamente, y sentía que allí había algo... Algo que esperaba en la oscuridad...

Llamó al perro, escuchó su trote alegre. El animal se acercó a su dueña para que esta le acariciase, junto a él se sentía más segura, se sentía protegida y valiente. Quería a su fiel animal, siempre estuvo ahí cuando le necesitó, junto a él, nada podía dañarla.
Entró en el baño, se aclaró la cara con un poco de agua fresca y se miró al espejo recordando la extraña experiencia vivida hacía unas horas ¿Había sido su imaginación? No encontraba ninguna explicación lógica a todo lo que le había acontecido ese día desde que entró en la biblioteca.

Recordó su sueño. ¿Porqué motivo aparecía la señora Amat en él? ¿Y porqué le tenía que ocurrir todo esto a ella? Sólo quería un libro para entretenerse, sólo unas letras para poder evadirse. Quería leer historias, no ser la protagonista de una. Menos aún de una que estuviese a punto de volverla loca.

Pensó en el rostro de aquel escritor, aquellos ojos de profunda mirada, aquella expresión ¿Quién era ese hombre? ¿Qué había pasado aquella tarde en la biblioteca? Estaba segura de lo que había visto, sabía que aquel maldito libro estaba en la estantería. Aquella vieja chiflada podía decir lo que quisiese pero ella no la había tomado el pelo. ¿Acaso intentaban volverla loca? De ser así casi lo estaban consiguiendo, pero ¿Porqué? Y lo más importante ¿Quién? Le resultaba extraño que alguien pudiese destinar tantos esfuerzos en un montaje como ese.

Contempló por un instante su reflejo. Sus ojos estaban enmarcados por unas profundas ojeras debido al cansancio y a los nervios de las últimas horas.
- Estoy hecha un asco... – Se acarició el rostro y, apagando la luz, se marchó de nuevo a su cuarto, o le gustaba mirar demasiado rato su reflejo en el espejo, le daba la sensación de que algo podía atraparla y llevársela al otro lado, a un mundo extraño, como en la novela de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas. Aunque no creía que fuese al país de las maravillas precisamente donde iría a parar.

Recogió el libro del suelo, lo colocó sobre su mesita de noche y se tapó con el nórdico, al día siguiente volvería a la biblioteca para hablar con la señora Amat. Cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, el perro se subió a la cama y se acomodó a sus pies. Ahora se sentía más tranquilo, aquella presencia que le incomodaba se había marchado a otro lugar de la casa, ya no estaba con su ama de modo que podía descansar. Un rato al menos.

El cuarto de baño está a oscuras, por lo que no podemos ver la figura retenida en el reflejo del espejo. Con la mirada congelada en un rictus de terror y las lágrimas dibujando su recorrido a lo largo de su rostro. Una figura envuelta en oscuridad se acerca a ella por detrás, apoya las manos en sus hombros y besa su cabello. Acaricia su piel quemándola con su calor. La despoja de su ropa y lentamente la posee, sus ojos brillan como rescoldos de una hoguera infernal, cada vez más intensos a medida que nota el clímax. Muerde el cuello de la figura hasta que la sangre comienza a manar lentamente entre sus labios. Su cuerpo se tensa, la sangre mancha su rostro. Se relaja y lame el cuello de la figura del reflejo para desaparecer de nuevo en la oscuridad.

La oscuridad la envuelve, abre los ojos y no distingue nada a su alrededor. El silencio se rompe por un llanto desesperado, unas lágrimas de dolor en un rostro desconocido. Una tos, un roce cerca de ella un golpe y un balanceo.

Levanta las manos que topan con tres paredes a su alrededor, apenas puede mover los brazos en el reducido espacio ¿Dónde está? ¿Qué hace ahí? ¿Está muerta? El balanceo se detiene, un golpe bajo ella, siente como la deslizan sobre algo y una puerta se cierra.
¿Qué está ocurriendo? El ruido de un motor al arrancar y el suave traqueteo del movimiento de un vehículo ¿Dónde la llevan? Siente una música que no reconoce, suena a un nivel bastante elevado. Golpea como puede las paredes que la confinan y grita, grita a pleno pulmón, al borde de la histeria.

Nadie parece oírla, vuelve a gritar, todo lo que puede hasta sentirse afónica ¿Acaso está en un ataúd? Intenta recordar los últimos momentos antes de despertar en ese confinamiento pero es incapaz de ello.

Siente el rostro empapándose en agrio sudor, el corazón le palpita en las sienes y la claustrofobia cada vez es mayor cuando el vehículo se detiene por fin, se abre la puerta y nota de nuevo el zarandeo en el mundo exterior.

- ¡No estoy muerta! ¡No! ¿Me escuchan? ¡No estoy muerta!

Intenta moverse enérgicamente de un lado a otro y golpea las paredes de madera del ataúd. Pero en el vivo mundo exterior no parecen darse cuenta de lo que ocurre, están a punto de enterrar viva a una persona. La voz de un hombre, quizá un cura está orando por su alma.

- Yo soy la resurrección, y la vida, dice el Señor: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá; y todo aquel que vive, y cree en mí no morirá eternamente.

“Muerta...”

- Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo: y después de deshecho este mi cuerpo, aún he de ver a Dios: al cual yo tengo de ver por mí, y mis ojos lo verán, y no otro.

“Me van a enterrar...”

- Nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. El Señor dió, y el Señor quitó; bendito sea el Nombre del Señor.
“No quiero morir”

- ¡Se equivocan! ¡Yo no estoy muerta!- Golpea con toda la fuerza con la que es capaz la tapa de su ataúd- ¡Sacadme de aquí!

Siente como van bajando la caja en la que se encuentra confinada, lentamente, centímetro a centímetro.

- El Señor es mi Pastor; nada me faltará...

“No, por favor...”

- Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo...

La caja se deposita en el suelo con un golpe sordo. Sigue golpeando la madera, arañándola con las uñas hasta notar como se desgajan de sus dedos

- Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores

Siente como su garganta se quiebra y los ojos se le hinchan con el llanto. El sonido sordo de la tierra al caer sobre ella va menguando sus esperanzas. Siente el aire cada vez más pesado y las palabras del cura ya no se escuchan. El dolor palpitante en sus manos es lo único que la mantiene atada a la cordura.

“Ni tan siquiera puedo volverme loca antes del fin...”

¿Cuánto tiempo ha pasado? Tiene la sensación de llevar horas encerrada. A cada momento es más difícil respirar

¿Cuánto tiempo me queda? El aire le quema la garganta y se nota mareada por el dióxido de carbono, siente que no le llega el oxigeno a los pulmones, y tiene sueño...

Cruje... La madera sobre ella cruje, está cediendo a la presión del peso sobre ella, pronto... Pronto llegará el final...

El ruido crece, hasta tornarse ensordecedor, agudo y estridente como el roce del vidrio contra el acero, grita con el poco aire que le queda.

Abrió los ojos, la alarma del despertador sonaba como cada mañana. Con un golpe detuvo el ruido del aparato y se quedó un instante estirada, pensando en el sueño. Intentando que su corazón volviese a latir al ritmo normal.

El agua resbalaba sobre su piel, cerró los ojos para intentar relajarse, pero lo único que regresaba a su mente, una y otra vez, era la sensación de claustrofobia que le había provocado sueño, el pánico que sintió al verse encerrada, la falta de oxigeno...

Terminó la ducha rápidamente, tenía miedo de que volviese a ocurrir lo mismo que la noche anterior. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar la inquietante mirada del autor de ese maldito libro. ¿Quién era? ¿Porqué la había elegido a ella? ¿Qué quería?
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Laberinto. Parte 6

Laberinto
Parte VI
Sueños

Los párpados le pesaban, apenas podía concentrarse en la lectura. Colocó un marcador para no perder el punto. Apagó la luz de la mesita de noche y sintió cómo poco a poco el sueño iba llegando a ella. Las sombras se fundieron en una lenta danza al ritmo de su respiración. Se sintió flotar a la deriva.

La niebla cubre el mundo a su alrededor. Las calles están vacías, ningún coche transita por ellas, ninguna luz. Nada salvo el sonido de sus propios pasos que suenan distantes, vacíos y muertos como el resto del mundo.
Distingue la silueta de un hombre acompañado de un perro. Corren a través de la niebla sin emitir ningún sonido. Les llama a gritos. Hacen caso omiso y continúan su camino perdiéndose en ese extraño mundo.

Clack... Clack... Clack... El sonido de una puerta de madera movida por el viento golpea delante de ella. Detiene el movimiento con las manos y pasa al otro lado.
Un patio de colegio envuelto en la bruma. Se aprecian las líneas en el suelo que marcan una cancha de básquet. Casi percibe los gritos de los niños que alguna vez han jugado aquí durante el recreo.

Una pelota se acerca a ella rodando y se detiene a sus pies. La recoge. Es un balón de básquet, gastado por el uso y con unas manchas resecas con la forma de una mano pequeña, de color marrón, como la sangre al secarse.

- ¡Devuélvenosla!

Un grupo de niños, de piel muy pálida y ojos negros como pozos de desesperación, se han detenido delante de ella. En silencio, parados como estatuas a escala de ancianos maltratados por el tiempo. La contemplan con ojos severos, no hay sonrisa en sus jóvenes rostros de ángeles, no hay niñez en su forma de actuar.

- Él no quiere que juegues, devuélvenos la pelota...

La voz sale de todos los niños que están delante suyo, hablan como un solo ente. No parpadean. No parecen respirar. Extienden las manos hacia ella y dan un paso adelante, como un pequeño ejercito de niños robots

- ¡Danosla! Tu no puedes jugar con nosotros...

Otro paso adelante. Se abren como un abanico para rodearla.

- ¡Márchate! Devuélvenos nuestra pelota y piérdete...

Tira el balón a los niños que gritan como criaturas enloquecidas. Se lanzan a por la pelota con expresiones de depredador en sus negros ojos y las mandíbulas abiertas como las fauces de un tiburón. Se muerden entre ellos, peleándose como fieras por la maltrecha pelota. Ve brotar la sangre de las diversas heridas y escucha un rugido ensordecedor más allá de la puerta por la que ha entrado en ese patio.

- Ya viene... – La voz de los niños suena burlona y feliz. – Viene a buscarte para llevarte con él...

El suelo tiembla bajo los impactos de alguna cosa que se acerca.

- Devorará tu alma y dejará el cascarón que es tu cuerpo vacío de vida. Estarás perdida en las sombras y serás suya para siempre...

Sus piernas le responden con la velocidad de la desesperación. Arranca a correr con los ojos muy abiertos y el corazón latiendo apresuradamente. En la niebla, ante ella, ve aparecer un edificio que le resulta familiar. De manufactura muy antigua y unas columnas retorcidas de tal modo que es imposible que puedan alzarse y sostener el peso del edificio. Este parece una versión deformada de la biblioteca. De unas dimensiones descomunales. Su fachada se pierde a la vista. Sobre la puerta la siguiente inscripción “El conocimiento nos arrebatará la cordura” Sobre la inscripción una placa donde se ve el monte Gólgota, Jesucristo crucificado en un baño de sangre y miles de fieles bañados en ella en una orgía vampírica. El cielo nublado forma un rostro que le resulta demasiado familiar. Su profunda mirada parece atraparla, atraerla desde algún lugar a una promesa de olvido eterno.

Entra en el edificio a través de sus pesadas puertas de metal ligeramente oxidadas. Dentro hace frío. Las vidrieras de tonos rojizos filtran la luz cubriéndolo todo de carmín. El suelo estaba adornado con un mosaico de estilo romano, en el que se veía a un hombre sodomizado por un macho cabrío. El techo abovedado se alzaba a centenares de metros sobre su cabeza, una cúpula con angeles muertos, profanados sus cuerpos por demonios de expresiones libidinosas.

- Y es de este modo, que descubrimos que el ser humano ha dado la espalda a Dios en su gloria divina y este nos ha abandonado en manos de su peor creación...

La profesora imparte la lección en el centro de la sala ante un grupo de niños que la miran aterrados. De complexión delgada, vestida con un sencillo traje marrón y el pelo rojizo recogido en un moño poco elaborado. Pasea entre las mesas, arañándolas con sus largas uñas semejantes a garras.

- Ahora... Somos esclavos de sus deseos, él es quien maneja nuestras vidas. Si él desea que tu mueras... – Su mano se posa en el hombro de una niña que contiene la respiración. En su mirada se aprecia el miedo, su piel se vuelve pálida bajo el tacto terrible de la profesora. – No podrías hacer nada por evitarlo. Notarías como la vida se escapa de tu cuerpo como el aire que respiras. Marchitándote bajo sus designios.

Alza la vista hacia la joven, mirándola con sus ojos castaños, no sonríe. No hay lugar para la sonrisa en clase. Su voz se vuelve un susurro.

- Contemplad el fruto de la traición y la desobediencia... – Alza los brazos señalando la vidriera que hay en el fondo del edificio y el tono de su voz aumenta. - ¡Observad lo que ocurre cuando te revelas ante él! ¡Contemplad el castigo de su pecado capital!
Un cuerpo ensangrentado tiembla frente al cristal rojizo. Atado de pies y manos, abierto completamente. Tiembla y llora desesperado. Los párpados cosidos le impiden cerrar los ojos que se mueven aterrados mirando en todas direcciones. Si hubiese tenido lengua habría gritado pidiendo que acabasen con su tormento. Ahora, sólo podía emitir gritos incoherentes, desgarradores en su desesperanza.
La sangre gotea desde centenares de cortes en todo su cuerpo formando un creciente charco carmesí en el suelo. Las cuerdas, tensas hasta el límite le dislocan las articulaciones lentamente y siente cómo se le desgarran los tendones, sus gritos son cada vez más desesperados... Más humanos...

Los pasos de la profesora la llevan lentamente hacia donde la sangre del hombre cae al suelo. Mira a sus alumnos mientras el néctar vital mancha su rostro resbalando desde la comisura de sus labios y tiñendo de carmesí el vestido. Ríe, ríe como una lunática mientras se acaricia entre las piernas. Los niños no pueden dejar de mirarla paralizados de terror. Cae al suelo de rodillas gimiendo de placer, revolcándose en la sangre como un cerdo entre el estiércol. Lame el preciado líquido rojo con una expresión aterradora en sus ojos castaños, demasiado abiertos para la naturaleza humana. Toca su sexo con tanta fuerza que se hiere, añadiendo su propia sangre al creciente charco que aporta el cuerpo torturado de su marido.

La joven grita, perdiendo la cordura ante semejante pesadilla, de algún modo, desea despertar, quiere salir de ahí, encontrarse en su cuarto y deshacerse de esa locura. Quemar el libro, olvidarse de ese día.
La profesora ríe, la vena de su frente palpita y sus podridos dientes asoman tras sus labios retraídos. Alza un dedo señalando a la joven.
- Ahora tú serás su sierva... Siempre hay un servidor que cumple sus deseos, has sido testigo de su poder, has visto una parte de su fuerza...

Los niños se levantan de sus pupitres y se acercan a la muchacha que retrocede hasta que siente el frío mármol de la pared tras su espalda. Los alumnos con la cara desprovista de cualquier sentimiento humano siguen caminando con los brazos extendidos hacia ella. La joven cierra los ojos y siente como los pequeños dedos la acarician, un tacto desagradable como el de pequeños gusanos buscando devorar su piel. Sólo puede llorar, llorar desesperadamente.
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martes, 12 de octubre de 2010

Laberinto. Parte 5

Laberinto
Parte V
Éxtasis y dolor

El interior era muy espacioso. Iluminado por velas. Las llamas se mantenían inmóviles, como si fuesen una imagen estática que daba algo de luz.
Su mujer estaba esperándole en el centro de la sala. El pelo rojo le caía en rizos sobre los hombros. Vestía su delgada figura con una sencilla túnica de fina seda blanca. Le miraba con sus ojos castaños a través de unas sencillas gafas. Sus labios estaban pintados de un color rojo muy intenso y adornaban sus orejas la pareja de pendientes que le regaló por su quinto aniversario.

- Te he estado esperando mucho tiempo mi amor... – Su voz sonaba hueca en el vacío de la sala donde se encontraban. – ¿Acaso te has olvidado de mí?

- No... No te he olvidado... – Se acercaba paso a paso a ella. Los ojos bañados en un torrente de lágrimas que caían por su rostro. – Él no me ha dejado venir a ti. No me permite reunirme contigo...

- ¿Acaso lo has intentado con toda tu alma? – Alzó la voz. El odio que percibía en cada palabra era como puñales clavándose directamente en su corazón. Se sintió avergonzado. En su interior, pensaba que no había hecho suficiente por reunirse con su mujer. – No importa... Ahora podemos estar juntos de nuevo... Él ha permitido que vinieses como premio por tu fidelidad. – Jhon se acercó más a su mujer. Extendió sus manos para coger las de ella. – ¡Ámame! ¡Oh mi querido Jhon! ¡Hazme tuya! ¡Siente lo que podrás volver a tener si le obedeces!

- Ana... Te he echado tanto de menos... – Sus dolorosas lágrimas seguían brotando sin pausa. – Sin ti me siento perdido...

- ¡Chssst! No hables... – Su mujer hablaba en susurros, cerca de su oído, como si le hiciese una confidencia – Sólo tócame...

Temblando de ansiedad elevó sus manos al rostro de su mujer.
La miró a los ojos. Ella le devolvió una mirada fría, sin alma ni sentimiento.
Acarició su cabello, del que siempre había estado enamorado y la besó con pasión. Fundiéndose en un solo ser.
Sin separar sus labios, empezó a acariciar su cuello, bajando lentamente hasta notar la textura de la seda de su túnica. Cerró los ojos para percibir mejor todas las sensaciones en su piel. Sintió la curva de sus senos y la dureza de sus pezones. ¡Oh Dios! ¡Cuánto había echado de menos acariciarla de esa manera! ¡Cuantas noches en vela recordando su tacto y su sabor!
Agarró a su mujer por la cintura con la otra mano y la apretó contra su cuerpo. Notando su calor. El ritmo de su respiración se hizo más agitado de puro deseo.
Lentamente le quitó el pequeño broche a la túnica, que cayó siseando al suelo mostrándole el blanco cuerpo de su mujer, muerta hacía tanto tiempo que pareció ocurrirle en otra vida.
Se arrancó la camisa mientras ella le desabrochaba el pantalón. Sintió como su mano acariciaba sus testículos, con suavidad, como sólo ella sabía hacerle. El tacto de su mano resultaba tan suave como lo recordaba.
Jhon cada vez se sentía más invadido por el deseo hacia su mujer. Ella le mordía los labios y jugueteaba con su cuerpo. Acariciaba con su suave vello púbico el sexo de él. Provocándole oleadas de sensaciones que creía perdidas.
Sonriéndole con picardía, fue besando su piel, dando pequeños mordiscos a medida que se arrodillaba ante él.
Sintió la respiración de Ana cerca del glande, primero golpecitos a diferentes ritmos e intensidades y después en calor de su aliento. Sintió como sus labios le rodeaban y jugaban con él, mientras sus manos le acariciaban y exploraban sin tapujos.
Siempre habían sido muy abiertos en las cuestiones sexuales, les gustaba experimentar y descubrir todo lo que sus cuerpos podían proporcionarles. Opinaban, que en cuestión de placer la naturaleza había sido sabia. Dotándoles de unos cuerpos capaces de sentir estímulos y sensaciones especiales, únicas, algo que no podría hacer ninguna otra cosa que el sexo.

Se dejó llevar por el placer que sentía. Su respiración se entrecortaba. Acarició sus cabellos, acompañando el ritmo con el que ella le daba placer.
La empujó estirándola en el suelo y siguió explorando el cuerpo de su mujer. Notando la suavidad de su piel, su calor y su humedad.
Besó su cuello. La mordió, primero con suavidad y luego un poco más fuerte mientras ella arañaba su espalda. Cuando sus uñas recorrieron su columna vertebral, se sintió enfermo de deseo.
Acarició con la lengua sus senos mientras tocaba el sexo de su mujer. Sus labios marcaron el camino, besando cada centímetro de su piel mientras bajaba expectante para sentir el sabor de su calor.
Alargó un instante el momento que tanto deseaba. Contempló la excitación de su mujer. Cuando no pudo aguantar más la necesidad de saborearla, besó sus labios vaginales. Disfrutando con las reacciones de ella, sintiendo como su lengua recorría todos los pliegues y su dulce sabor. Con sus dedos exploró su interior, centrándose donde sabía que a ella le daba más placer. Acarició la cara superior de su interior, mientras encerraba entre sus labios el clítoris de su mujer. Sentía como temblaba con cada movimiento, reaccionando a lo que él le hacía.
La abrazó. Besando sus labios con pasión mientras entraba dentro de ella. Sintiéndose loco de lujuria al notar su calor. Las uñas de su mujer se clavaron en su espalda provocándole un placentero dolor que le excitó más aún.
Incrementó la velocidad de sus movimientos. Cerró los ojos sintiendo oleadas de placer en su cuerpo.

La temperatura descendió bruscamente en el salón. Una ráfaga de aire apagó las llamas de las velas. Sumiendo todo en la más absoluta oscuridad. Abrazó el cuerpo inerte de su mujer. Rígido y frío como un témpano de hielo, inmóvil y seco como un árbol muerto. Lloró amargamente y sintió como el miedo paralizaba sus músculos al percibir una figura envuelta en sombras.
De pie frente a él. Se encontraba el demonio, sonriente ante su desgracia. Su largo cabello cayendo sobre su rostro. Sus crueles ojos brillando en la oscuridad de la sala y su risa sonaba desprovista de humor.

- Me das asco Jhon... – Su voz sonaba despectiva.- No eres capaz de respetar a tu mujer tan siquiera en sueños... Sabes que ella es poco más que un saco de gusanos infectos y mírate... Debería caérsete a trozos maldito cerdo bastardo.

Se agachó junto a Jhon, el cuero de su cazadora crujía por el movimiento. Tocó despreciativo un mechón descolorido del cadáver que abrazaba Jhon. La piel del rostro se desprendió como la ceniza al viento. Dejando ver el blanco desgastado de una calavera que contemplaba el mundo desde sus vacías cuencas. Una araña de largas extremidades salió de uno de los agujeros de la nariz para introducirse en la boca de su mujer.

Jhon se detestaba, sentía nauseas y terror ante lo que había hecho. Gritó, gritó a la nada de ese extraño edificio. Sentía que perdía la cordura junto con el aire de sus pulmones. Las piernas se negaban a sostenerle más y cayó al suelo. Sus rodillas crujieron bajo el impacto, sintió como los huesos se astillaban y el dolor le recorría la columna vertebral. Perdió el aire y se sintió desfallecer.”
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Laberinto. Parte 4

Laberinto
Parte IV
El laberinto


“Jhon se sentía agotado.
Le había costado horrores conseguir una pista fiable de donde se encontraba Él. Supo que su demonio era un escritor de escaso éxito. Solamente le habían editado un libro. En una tirada inicial de quinientas copias que había puesto en la calle una editorial de poco renombre.

Tomó un avión hacia la capital, decidido a dar con el demonio y acabar con su vida.

Preguntó en las librerías de la Gran Vía.
Buscó durante meses algún ejemplar de esa novela llamada Laberinto.
Agotadas.
Visitó la editorial que puso a la venta ese libro. Pidió a la recepcionista hablar con el propietario.

- En este momento está reunido y no puede atenderle. – Le miró sin disimular un gesto de asco. – Si quiere, puedo citarle con él en otro momento...

- ¡Necesito hablar con él ahora! – Jhon gritaba fuera de sí. – ¿Entiende? ¡No puedo volver en otro momento! ¡Es importante!

- Le repito que, en este momento, es imposible hablar con el señor Martín. Ahora. Si es tan amable de marcharse...

Las llamas brillaban en la noche madrileña. El edificio de la editorial ardía y los bomberos y fuerzas de seguridad se afanaban en controlar la situación.
Jhon se alejó caminando tranquilamente. “Su” voz le había gritado que no lo hiciese. Por primera vez, había desobedecido sus ordenes

“Pagarás por esto maldito loco...”

- ¡Cállate! ¡Cállate! ¡No pienso escucharte más! ¿Me oyes? – La gente le miraba extrañada y se apartaban de su camino - ¡Estoy harto de recibir tus ordenes! ¡Nunca más! ¡Nunca!

“Sabes que eres mío... Puedo hacer de ti lo que me plazca... Puedo acabar contigo como si fueses un mosquito insignificante...”

- ¡Hazlo joder! ¡Acaba conmigo de una vez! ¡Maldita sea!

Se golpeó las sienes varias veces con los puños, intentando acallar la voz en su cabeza. Se castigó hasta el punto que empezó a brotarle sangre de un oído.
El dolor le resultaba tranquilizador.
Compró un billete de metro sin saber con exactitud a donde se dirigiría.
El andén estaba vacío a esas horas. La pantalla luminosa indicaba que el próximo tren llegaría en menos de un minuto.
Miró las vías del metro. Pensando lo fácil que resultaría acabar con toda esa locura. Sólo una muerte más y caería en la bendición del olvido. Un paso y volvería a encontrarse con su mujer. Un solo salto le podía traer la paz...

La luz en el túnel se acercaba deprisa. Las vías temblaban.

El zumbido de la máquina acercándose resultaba cada vez más atronador.

Los faros iluminaron su rostro y el conductor accionó los frenos.

Jhon supo que era tarde, la velocidad que llevaba el tren era demasiado elevada como para poder detenerse a tiempo.

Vio como saltaban chispas de las ruedas a medida que rozaban con la vía. Escuchó la bocina.

Arrodillándose abrió los brazos en cruz.

Su último pensamiento lo guardó para su mujer.

Sintió la fuerza del movimiento del tren cuando abrió los ojos.
Sabía que había llegado a la parada que le llevaría a su próximo paso. La desesperación inundó su alma al darse cuenta de que no era libre.
Sabía que había bajado a la vía. No podía ser verdad que aún viviese y que su cuerpo no le obedeciese.
Intentó gritar, pero sus cuerdas vocales estaban paralizadas. Ningún sonido volvería a salir de ellas a no ser que...

“A no ser que ¡Yo! Te lo permita, hijo mío... He tratado de avisarte pero no me has querido escuchar. No importa que quemases ese edificio. Mi propósito ya está logrado.”

Jhon lloró de amargura y desesperación. Había intentado quitarse la vida e incluso eso le había sido arrebatado.

“Morirás cuando yo lo decida, recuérdalo. Eres mi criatura, mi hijo y ahora, escucha atentamente...”

Se resignó a su destino. Caminó hasta una plaza cercana y se sentó a dejar pasar las horas nocturnas para dar el siguiente paso. Rendido a las palabras del demonio. No quiso seguir luchando. Él, era demasiado poderoso. De algún modo tenía la capacidad de modificar las cosas a su antojo. De crear y destruir su mundo, moldearlo como le apeteciese. En su corazón, sabía que era inútil resistirse.

“Así está mejor... Ahora duerme... Deja que pase el tiempo y descansa hijo mío... No temas, los demás no pueden verte si yo no quiero. Esta noche, cuentas con mi protección...”

Se tumbó en el frío banco de madera. Apoyó la cabeza en sus manos, cerradas como en oración y cerró los ojos.

“Duerme...”

Sentía como el mundo a su alrededor se desvanecía lentamente. Los pocos sonidos que había se fueron alejando en las tinieblas.

“Duerme...”

Su cuerpo se relajó. Algunas arrugas de preocupación en su rostro desaparecieron. Un perro atado a una correa en su paseo nocturno ladró amenazadoramente. Su dueño tiró de él con fuerza.

- ¡Vamos Winston! ¡Deja de ladrar al puto banco perro idiota!

Se dejó llevar por el sueño, poco a poco fue haciéndose más y más profundo. Le pareció escuchar en la lejanía un ruido, pero no le prestó atención.
Se encontraba ante un edificio antiguo con columnas de estilo romano. Bajo ellas, unos cuerpos de querubines aplastados por el peso del edificio se retorcían gritando de dolor. En lo alto los diablos se reían de ellos y hacían muecas obscenas revoloteando alrededor de las columnas.

La puerta semejaba las fauces de una criatura monstruosa. Del interior del edificio se escuchaban lamentos, como si centenares de personas llorasen desconsoladas.
Miró tras de si, todo era oscuridad. Una tempestad salvaje se arremolinaba como un tornado arrastrando la oscuridad que tomaba forma tangible durante un instante. Como volutas de humo que se agitan violentamente.

- Jhon... – Una voz femenina le llamaba desde el interior del edificio – Jhon... Ayúdame...

Hacía años que no escuchaba esa voz. Su mujer le necesitaba, le llamaba. Sentía su angustia, su dolor. Le partía el corazón.
Creía que podía salvarla...
Se adentró en el edificio con paso decidido.
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Laberinto. Parte 3

Laberinto
Parte III
Tu corazón no te pertenece  

El vapor del agua caliente se condensaba en el espejo del cuarto de baño desfigurando su reflejo. Pasó la mano limpiando una parte y contempló la figura que le devolvía la mirada.
Se sentía orgullosa de sus ojos, de un color azul claro, siempre le habían gustado, aunque ahora tenía la mirada cansada.
Lo ocurrido esa tarde la había agotado, necesitaba descansar.
Secó su largo cabello rubio y lo peinó con delicadeza, recogiéndolo en una trenza. Desenchufó el secador, enrolló el cable y abrió el cajón para guardarlo.
Encontró una nota, escrita con letra pequeña y afilada, inclinada ligeramente hacia la derecha:

“Tu corazón no te pertenece”

La luz se apagó. Sumiéndolo todo en la más absoluta oscuridad.
Sintió el rápido latir de su corazón en las sienes y el palpitar en su pecho.
La temperatura en el cuarto de baño descendió bruscamente. Algo le acarició el pelo. Sentía su respiración detrás de ella. Cerró los ojos con fuerza deseando que todo fuese, una vez más, un sueño.

- El libro... – El intruso hablaba con una voz grave, profunda e hipnótica - Sigue leyendo pequeña...

Abrió los ojos.
Todo estaba de nuevo bañado por la luz artificial de la bombilla. Estaba sola en el cuarto de baño.
El vapor condensado en el espejo se había transformado en una fina capa de escarcha. Se puso la camiseta que le había regalado uno de sus mejores amigos. Con ella se sentía segura, protegida, acompañada por él.

El libro reposaba en su mesita de noche.
Temía tocarlo. Parecía amenazarle, como una tarántula venenosa esperando a su presa.
No quería saber nada de ese libro. Pero aún así. Le atraía irremediablemente, como el pájaro que picotea la cola de una serpiente.
Se sintió estúpida ¿Cómo podía tener miedo de un simple libro? El cuero brillaba bajo la luz de la lámpara. El título en letras plateadas no parecía amenazador.
Sólo una palabra. Laberinto. No le decía nada. Pero sin embargo... La forma de escribir de ese desconocido, le resultaba demasiado familiar.

No quería estar sola, necesitaba hablar con alguien sobre lo sucedido. Pero todos los suyos se habían ido y sus padres dormían.
Encendió el ordenador para evadirse un rato. Pensó en ver alguna película o jugar a algún juego on-line que le mantuviese la mente ocupada.
Cerró la persiana de su ventana, no podía soportar la oscuridad del exterior. Se sentía vulnerable a las miradas ajenas.

Pulsó sin darse cuenta en el buscador el nombre del escritor. No había nada relacionado con él ni con el libro que esperaba, amenazador, a que se sumergiese de nuevo en sus páginas.

Buscó una película que le habían recomendado.
Dejó que se cargase durante un rato y la puso en marcha.
Le habían dicho que era una película muy divertida. La introducción hablaba de un grupo de soldados que debían tomar una colina en la guerra del Vietnam. Tras unos minutos escuchando sandeces, el narrador dijo “Esta película, no cuenta nada sobre ellos...” Sonrió la ocurrencia de los guionistas.
Se quedó helada cuando el título de la película apareció en su pantalla en grandes caracteres góticos escritos en rojo con fondo negro.

LABERINTO.

De nuevo esa mirada apareció en el ordenador, sólo esos ojos que brillaban con malicia. Sintió como la vista se le borraba tras las lágrimas. La pantalla se volvió negra y unas letras empezaron a aparecer en el monitor:

Tu corazón no te pertenece

Una y otra vez...

Tu corazón no te pertenece

La habitación le daba vueltas. Se sintió mareada.

Tu corazón no te pertenece

Le entraron ganas de vomitar. Su respiración había adquirido un ritmo demasiado rápido. Apretaba con fuerza los reposabrazos de la silla.

Tu corazón no te pertenece
Tu corazón no te pertenece

Apartó el monitor de un golpe. Cayó al suelo estrepitosamente rompiendo la pantalla. Sus padres, sobresaltados por el ruido, entraron precipitadamente en su cuarto.

- ¿Qué ha pasado?

Se abrazó a su padre con lágrimas en los ojos. Temblando. No podía pronunciar palabra. Sólo llorar y temblar como las hojas del Otoño mecidas por un viento demasiado fuerte.

- Ve a dormir – Su madre recogió el monitor del suelo.- Ya hablaremos mañana.

Cerraron la puerta de la habitación. Se estiró sobre su cama intentando relajarse, recuperar el control.
Pensó en sus amigos y en cuanto los necesitaba en ese momento, quiso coger el teléfono para llamar a alguno de ellos, le daba lo mismo la hora, no quería sentirse sola y necesitaba a alguien que la escuchase para no volverse loca.
No podía utilizar el móvil, tenía restringidas las llamadas, y el fijo estaba en la habitación de sus padres.
Lloró de desesperación.
Cerró los ojos para intentar dormir. No apagó la luz. Le aterraba pensar en quedarse a oscuras.
El viento azotaba la persiana, parecía que desde el exterior estuviesen picando repetidas veces pidiendo que dejase entrar a lo que fuese que había allí...

Su mirada se dirigió de nuevo al libro, ese libro maldito que era la causa de todos sus problemas. Pensó en lanzarlo a la basura al día siguiente.
No le gustaba deshacerse de los libros, pero ese... Ese libro del demonio era el causante de todos sus problemas. Lo detestaba como no lo había hecho en la vida.

Su mano se movió por propia voluntad. Cómo si no fuese su cuerpo, vio que estiraba el brazo hasta cogerlo. Lo sintió caliente, pesado. Como le había ocurrido en el autobús hacía una eternidad. Sus manos abrieron el libro por la página donde lo tenía marcado. Y, fuera de su voluntad, sus ojos siguieron el texto:
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Laberinto. Parte 2

Laberinto
Parte II
Un viaje en Autobús hacia la locura 


Le gustó el inicio del relato. Se acomodó en una de las sillas de la mesa de lectura y el tiempo pasó casi sin darse cuenta.
Le embargaba la manera de escribir de ese autor. Las descripciones, los personajes, las situaciones...
Sintió la desesperación de Jhon al perder a su mujer. Entró con él en su locura y desespero. Ingresó en el centro psiquiátrico. Donde sufrió en sus carnes los mismos tratamientos de choque que recibía el personaje.
Sintió su dolor, cuando otro de los pacientes de la institución le destrozó la rodilla derecha. Provocándole una cojera crónica.
Por razones de seguridad, no tenían acceso a cuchillas de afeitar, por lo que su vello facial fue haciéndose cada vez más espeso.

Estaba tan absorta en la historia, que casi sintió como le saltaba el corazón del pecho cuando la señora Amat posó su huesuda mano en el hombro. Avergonzada, se dio cuenta que había gritado. Miró a su alrededor esperando encontrarse con la desaprobación de la gente que estuviese en la biblioteca.
No había nadie. Sólo la señora Amat. Con una mirada de reproche y el ceño fruncido.

- Señorita, lamento importunarla – Incluso con la biblioteca vacía, la mujer hablaba en voz baja. La joven no entendió el porqué- Pero hace un cuarto de hora que debería haber cerrado... Si quiere puedo ponerle este libro en préstamo, siempre y cuando lo devuelva la semana que viene, dentro del plazo de siete días...

La joven se levanto de la silla y siguió a la bibliotecaria hasta su escritorio.
La mujer cogió el libro y consultó en la base de datos de un ordenador que parecía estar fuera de lugar en ese edificio.

- Que extraño...

La señora Amat abrió el libro y acto seguido introdujo algunos datos en el ordenador. Extrañada, le dijo a la muchacha que el libro no figuraba en la base de datos de la biblioteca.

- No puede ser. Lo tienen anunciado en la sección de misterio...
- ¿Anunciado?
- Sí

La bibliotecaria se levantó de su silla, haciendo crujir sus maltrechas rodillas.
Se encaminó a la “sala del misterio” murmurando para sí.
Al llegar a la misma no había rastro de la figura ni de la mesa con el anuncio.
En su lugar, una máquina de agua zumbaba ligeramente.
La joven sintió un ligero mareo. Buscó en el estante de donde había cogido aquel libro, para mostrárselo a la señora Amat.
En su lugar había varios libros de una serie juvenil.

- Señorita... – Por primera vez, la voz de la señora Amat sonaba más alto de lo normal en ella. – Una ya tiene edad como para que le anden haciendo bromas. No hay nada referente a este autor, si usted quiere ceder un libro a la biblioteca municipal, está en todo su derecho, pero no venga a importunarme con cosas de críos. Ahora, si me disculpa, tengo que cerrar. ¡Buenas noches!

La acompañó a la puerta, sin decir ninguna palabra más. La joven escuchó como cerraba con llave desde dentro.
Se encontró con el libro en la mano. Una ráfaga de aire frío le puso la piel de gallina.
Esperó al autobús que la iba a llevar de vuelta a casa.
Llamó a su madre para avisar que se retrasaría un poco. Siempre era mejor evitarse las discusiones. Mientras esperaba el bus siguió leyendo aquella historia:

“Finalmente, Jhon recibió el alta. Los médicos consideraron que su estado mental había mejorado.
La terapia de electrochoque le había convertido en poco más que un pelele. Ya no gritaba por las noches, ni sentía el síndrome de abstinencia debido a la falta de sus drogas.
Decidió viajar, marcharse lejos de todo. Olvidar su pasado e ir en la búsqueda de aquella voz que le había acompañado durante todo este tiempo. Con el objetivo de silenciarla de una vez por todas...

Jhon sabía que esa voz era real.
Su propietario vivía en algún lugar de España. Llegó a la conclusión de que era el mismísimo demonio quien le hablaba por las noches, cuando todo estaba en calma.
Era el diablo quien le decía que él tenía la culpa de todo, si hubiese sido él quien conducía el coche, en lugar de haber perdido el tiempo hablando con su joven secretaria. Ahora su mujer estaría viva y el hijo de ambos habría podido venir al mundo.
El diablo en persona había decidido contactar con él. Atormentarle cada momento. Infiltrándose en sus sueños, mientras él estaba con su mujer, siendo feliz para convertirlo en una pesadilla.
Una noche, y otra, y otra... Fue él quien le hizo tomarse el primer gramo, fue él quien le empujó aquella noche ante un coche de la policía, totalmente borracho y puesto hasta las cejas...

De algún modo, sentía que su vida era conducida por ese ser demoníaco. No sabía como, pero le guiaba como si fuese una marioneta en manos de un maestro terrible.”

El autobús llegó con unos minutos de antelación a la parada.
Las puertas se abrieron.
El conductor... Tenía una barba espesa, mal cuidada y una manchada camiseta blanca, sus ojos, muy abiertos miraban a la nada. A la joven se le paró el corazón por un instante.
Dio un paso atrás y parpadeó.

- ¿Bueno qué? ¿Vas a subir? Hoy quiero llegar pronto a casa.

El conductor era un hombre joven, de unos treinta años, la cara perfectamente rasurada y el pelo brillante de gomina. Mascaba chicle ruidosamente y vestía el uniforme azul de la empresa de autobuses.

- Sí, perdón.

Subió al autobús y marcó con su abono un viaje.
No había sitio donde sentarse, a esta hora, la gente volvía del trabajo a sus casas. Con gesto cansado, pensando en sus propios problemas.
Se situó en la parte central del vehículo, mirando desde la ventana. Se fijó en un hombre que la contemplaba apoyado en un árbol. Era alto. Envuelto en sombras. Su pelo flotaba al viento. Sus ojos brillaban de una manera extraña y parecían absorberle el alma.
Levantó su mano derecha en un ademán de despedida.

Un escalofrío recorrió su espalda. Tuvo la sensación de que el libro pesaba como el plomo y se calentaba en sus manos.
Lo dejó caer.
Las hojas del libro se movieron como con vida propia hasta que se detuvieron en un nuevo episodio.

UN VIAJE EN AUTOBÚS HACIA LA LOCURA


Un hombre se agachó a recoger el libro.
Se lo devolvió con una sonrisa mientras sus ojos daban rápidos viajes hacia su pecho. Una gota de sudor resbaló por su frente. Un aliento fétido salía de su boca. Ella tuvo que reprimir una arcada.
El hombre se le acercó un poco más y puso su mano en su brazo. Le habló con una voz demasiado aguda y ligeramente gangosa.

- No debes dejar caer este libro... – Apretó más fuerte su presa – No entiendes lo importante que es...

Se le acercó más, pegando su cuerpo al de ella. Apestando a podrido y respirando ansiosamente. Una lengua negra asomó de su boca y se lamió los labios.

- Eres tan bella...

Acercó sus labios a su cara.
La joven gritó, la mujer que estaba sentada a su lado se sobresaltó y se levantó para sentarse en otro lugar.
Se sonrojó, estaba ya cerca de casa. Pidió la parada y esperó delante de la puerta hasta que el vehículo se detuvo.
Se bajó sin levantar la vista del suelo.
Apretó el paso para llegar a casa y darse una ducha. Quería quitarse de encima la sensación que ese sueño le había dejado.
No recordaba en que momento se había sentado, ni quedado dormida.
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Laberinto. Parte 1

Próxima parada, la biblioteca de mi oscuridad. Veamos que puedes encontrar entre sus viejas estanterías... Hay manuscritos olvidados cubiertos por el polvo que contienen conocimientos terribles...

Bienvenida...

Laberinto
Parte I
La Biblioteca


El antiguo edificio le parecía majestuoso. El exterior estaba sostenido por ocho columnas de estilo romano.
Desde lo alto de la fachada, unos rostros angelicales tallados en la piedra observaban a los transeúntes con ojos severos; en la base de las columnas, unos demonios de terrible expresión sostenían el peso del edificio sobre sus espaldas.
Estaban tallados con tal nivel de detalle que daba la impresión de que pudiesen saltar sobre una en un momento de descuido.

Sobre el portón de madera había una inscripción en latín “Scientia est vehementer nostros qui potest sanitatem” y una escena que representaba el purgatorio de Dante. Centenares de almas torturadas por sus pecados en vida.
Una placa en bronce rezaba “Biblioteca municipal”. En un pequeño cartel en la puerta se podía leer “Guarden silencio, gracias”

Hoy tenía la tarde libre. Sus amigos se habían marchado a pasar el fin de semana de campamento en la costa. Así que decidió entregarse a uno de los placeres más sencillos de los que disfrutaba desde su niñez.
Le encantaban los libros. Su sueño era poder tener algún día una habitación entera dedicada a ellos. Con infinitas obras esperando pacientemente en las estanterías para contarle sus historias.
Sus favoritos eran los de fantasía y misterio. Lamentablemente, en este momento no disponía de dinero para adquirir algún libro, así que pensó en pasar la tarde en la enorme biblioteca. Con la esperanza de encontrar alguna historia con la que pasar el fin de semana. Un relato que consiguiese evadirla durante un tiempo de pensar en nada más...

Entró en la vieja biblioteca.
Como siempre, lo primero que atrajo su atención fue el silencio. Era tan sobrecogedor, tan sobrenatural... El tiempo, tan extraño fuera, tan agitado, aquí dentro parecía transcurrir de otro modo. Mezclándose con los rayos del sol que se filtraban por los ventanales, se podían apreciar las minúsculas motas de polvo flotando en el aire. Olía a historia, a antigüedad y a libros, ese aroma tan especial que no se puede relatar.
Se acercó poco a poco al mostrador de la bibliotecaria. Una mujer mayor, delgada hasta el extremo de poder percibir los huesos de sus brazos y las venas verdosas en sus manos. Manos suaves de bibliotecaria, adornada con un pequeño anillo de plata con una amatista con un profundo color morado.

Sobre el mostrador, había una placa con el nombre “Sra. Mª Ana Amat” La señora Amat alzó los ojos del montón de documentos en los que estaba atenta. Contempló a la joven tras sus sencillas gafas de pasta y sonrió. Una sonrisa automática, fría, que no llegó a sus ojos. Tenía el cabello rojo y fino, teñido y permanentado para dar la sensación de ser más joven, no lo lograba. Sus fríos ojos castaños estaban rematados con unas profundas arrugas y el peso de sus pendientes de perlas hacían que los lóbulos de sus orejas se estirasen más de lo aconsejable.

- Buenas tardes – Su voz era de un tono grave, autoritario. Los años que llevaba trabajando en la biblioteca, le habían servido para aprender a modular la voz. De tal modo que se hacía entender a la perfección sin necesidad de alzarla. - ¿En que puedo ayudarla?

A la joven no le gustaba la bibliotecaria. Pudo ver sus dientes, irregulares y amarillentos, dientes de vieja, manchados y terribles. Sus labios, pintados de un rojo carmín demasiado intenso, no ayudaban a mejorar su imagen.

- Vengo a recoger mi carné de biblioteca. Me lo hice hace un par de semanas y no he podido venir a buscarlo antes.

Habló en voz muy baja. Intentando respetar el silencio que habitaba en el lugar. Como si temiese perturbar de algún modo el descanso de una criatura que estuviese durmiendo en su interior.

- Dígame su nombre, por favor.

La muchacha respondió a su pregunta y la señora Amat buscó en un archivador por la primera letra de su apellido. Sacó una pequeña tarjeta con el sello de la biblioteca, una foto de carné de la joven y sus datos.
Se la entregó. En la parte de atrás, se podía leer un listado de la normativa de uso de la biblioteca y los plazos para devolver los libros en préstamo. La guardó en su cartera que volvió a colocar en su sitio en el bolsillo trasero del pantalón.
Dio las gracias a la bibliotecaria y se encaminó hacia el panel de información donde estaban detalladas las secciones en las que se repartían las obras.

La vieja biblioteca era un edificio de dos plantas. Un laberinto de conocimiento donde perderse; En la parte central había una mesa grande donde poder leer tranquilamente. De una manufactura exquisita, tallada en madera de roble y barnizada para mantener la madera en perfecto estado. Las sillas, hechas con el mismo material, estaban tapizadas con cuero negro y resultaban muy cómodas para su propósito.

Meditó un momento el tema sobre el que le gustaría leer.
Tenía claro que no quería ninguna novela romántica, ni nada demasiado complejo. Sus ánimos no le permitían centrarse en algo así.
La última historia que leyó era un tema fantástico. De modo que decidió dirigirse a la sección de misterio, a ver si podía encontrar algún libro de King, o Poe, sus autores favoritos.
Los libros de ese tema se encontraban en la parte más alejada de la biblioteca.
Tras pasar un arco gótico rematado con una cabeza de demonio que sonreía con una extraña mueca. Su mirada le recordó a la de la señora Amat.
Grabado en la piedra, bajo la amenazadora cabeza de demonio se podía leer “Cura prater... Nulla optatis animam” resultaba poético.
Un hombre cruzó el arco, saliendo de la “sala del misterio” como le gustaba llamarla. Tenía la piel pálida y la mirada perdida, el sudor cubría su frente, lucía una espesa y descuidada barba y cojeaba de la pierna derecha.
En sus manos sostenía un ejemplar forrado en cuero. No pudo leer el título, parecía un libro bastante viejo.
El hombre pasó por su lado, apartándola con el codo y sin dirigirle ninguna palabra de disculpa. Siguió su camino a donde sea que quisiera ir.

Entró en la sala. Hacía frío y la luz era menos intensa que en el resto de la biblioteca. Parecía que se hubiese hecho con la intención de condicionar a los amantes de ese tipo de historias. Felicitó para sus adentros a quien se le hubiese ocurrido la idea.

La sala era muy grande. Sus pasos sonaban apagados en el suelo de madera. Las paredes, revestidas de piedra, no tenían ningún tipo de adorno.
Había dos asientos cubiertos por el polvo, como si nadie se hubiese sentado en ellos durante años.
Los estantes, repletos de libros, se flexionaban ligeramente bajo el peso de estos. En los laterales, estaban marcadas las iniciales de los autores para que fuese más fácil la búsqueda.
Primero se dirigió a la K esperando encontrar alguna novela del rey del terror. Las pocas que encontró ya las había leído, eran geniales, pero buscaba alguna historia nueva. Personajes desconocidos para ella con los que poder compartir su vida durante un rato.
Buscó en la P, pero no encontró nada que le atrajera.
Desanimada decidió salir de la sala cuando una estatua le llamó la atención. No se había fijado en ella al entrar. Estaba segura de que no se encontraba allí momentos antes. Era una figura de un hombre con los brazos levantados, como queriéndose proteger de algo. A su lado, sobre una pequeña mesa, se anunciaba en un cartel un escritor del que nunca había oído hablar.

Se acercó a la mesa.
En el cartel había una imagen del escritor. Era un joven de pelo largo. Con una mirada inquietante de ojos verdosos. Su expresión era seria. Toda la vida de la imagen se centraba en los ojos, parecía que mirasen directamente al alma.
Daba escalofríos.
Su nombre debía ser una especie de apodo, sonaba a inglés o alemán, el cartel anunciaba su nueva obra de nombre Laberinto.
La joven sintió curiosidad, buscó en la estantería que tenía la letra W. Allí encontró varios ejemplares del mismo libro encuadernados en cuero. Había un espacio entre los libros. Supuso que ahí estaba el que se llevó el maleducado que había salido de la sala.
En el lateral simplemente ponía Laberinto en letras plateadas. Se trataba de la primera edición, no había ninguna dedicatoria, ninguna reseña sobre el escritor.
En la primera página pudo leer lo siguiente:

“Se sentía sólo, desamparado, con ganas de gritar ante el mundo con todo su dolor. Pero, de algún modo, sabía que por mucho que gritase pidiendo ayuda, nadie acudiría en su auxilio. Nadie podía sacarle de ese pozo de tinieblas en el que se había convertido su vida.
Desde la muerte de su mujer, todo había ido cuesta abajo.
Perdió su empleo, sus amistades y todo lo que había luchado una vez por conseguir se esfumó en el recuerdo.
Ahora Jhon, era poco más que un muerto viviente.
No se sentía estimulado por nada. Ni tan siquiera el alcohol, o la droga a la que se había entregado cuando todo se fue a la mierda le hacían efecto.”
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Laberinto, por entregas

Buenas noches:

Siguiendo el consejo de mi buen amigo Fran, he decidido ir publicando mi nuevo relato por entregas, de este modo podreis ir leyendolo por partes (Y de paso engancharos un poco)

Gracias!


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viernes, 8 de octubre de 2010

Mientras escribo...

Me gusta acompañarme de música para mantener la concentración mientras me dedico a una de mis mayores aficiones.

Os pondré unos cuantos videos con las canciones que escucho mientras escribo

Gracias.

Wolf



Esta canción no sé de quien es
B.S.O The Shining (Pelicula MUY recomendable)
Pesadilla en elm street (clásico)
Tubular bells (El exorcista)
Halloween
Phantasm
Candyman
la profecía
Bso Shadowman (Sala de juegos del asilo) La considero escalofriante
.
. Leer más...

jueves, 7 de octubre de 2010

En proceso "Laberinto"

Ahora ando inmerso en la historia más compleja que me he atrevido a escribir hasta el momento. Llevo 14 páginas y he dado un salto narrativo bastante grande. Para que vayais haciendo boca, os pongo una demo de esta historia.

Gracias

Wolf.



 Próxima parada, la biblioteca de mi oscuridad. Veamos que puedes encontrar entre sus viejas estanterías... Hay manuscritos olvidados cubiertos por el polvo que contienen conocimientos terribles...

 Bienvenida...




 El antiguo edificio le parecía majestuoso. El exterior estaba sostenido por ocho columnas de estilo romano.
 Desde lo alto de la fachada, unos rostros angelicales tallados en la piedra observaban a los transeúntes con ojos severos; en la base de las columnas, unos demonios de terrible expresión sostenían el peso del edificio sobre sus espaldas.
 Estaban tallados con tal nivel de detalle que daba la impresión de que pudiesen saltar sobre una en un momento de descuido.

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Leyenda...

Este es el último relato que he terminado. Bianca me pidió que escribiese un relato con dos elementos; un lobo y un dragón.
Esto fue lo que salió

Gracias

Wolf









El frío muerde mi piel, siento silbar el viento a mi alrededor y la nieve se arremolina delante de mí dificultando mi visión, llevo mucho tiempo caminando, la herida en mi costado me impide correr, sé que me persiguen, aún puedo oler su apestosa presencia, tengo que seguir caminando, a pesar de lo agotado que me encuentro, no puedo permitirme un descanso, es una carrera entre mis perseguidores y la tempestad, para ver cual de ellos acaba antes conmigo.




Está empezando a anochecer, tengo que encontrar un lugar donde refugiarme cuando arriba oscurezca y llegue mi amada para recibir mi canto... Desde siempre, cada noche la he llamado con tristeza, siempre está allí arriba, más nunca viene a mi encuentro, estoy enamorado de su fría luz, de la magia con la que baña el mundo bajo su manto, la más bella de todas, siempre cambiante en una especie de ritual que se repite desde que tengo recuerdos, en ocasiones desaparece y mi alma se estremece sólo de pensar que no volveré a verla jamás, pero siempre regresa para acunarme en su palidez...

Cada paso que doy, es una prueba de voluntad para mí, la luz se desvanece demasiado rápido y mi aliento se condensa con cada exhalación que logro emitir, siento empapada la zona de la herida y huelo mi propia sangre, un aroma dulzón y metálico que en otro momento habría despertado un instinto primario en mi, el instinto de la caza, siempre alerta para poder sobrevivir, recuerdo con alegría la sensación de correr por el valle, la emoción de la cacería, la fuerza innata en mi imponiéndose sobre mi presa, el triunfo y la expectativa del primer bocado, y la sensación de placer que produce saborear la carne caliente y beber la sangre revitalizante... Sangre que ahora mismo estoy perdiendo poco a poco.

Me persiguieron, incansables durante demasiado tiempo, trajeron perros que podían seguir mi rastro, siguiendo unos instintos atrofiados que apenas podían entender debido a su estúpida alianza con los humanos, malditos... Me acorralaron, venían con fuego y con objetos de dolor, enloquecí mientras escapaba, pude oír a mi familia agonizando, siendo cazados uno a uno por esos humanos vengativos, torturados y asesinados sin motivación alguna más que el exterminio indiscriminado de la manada...

Hubo un tiempo en el que no conocía el miedo, luchaba con mis hermanos para ver quien era el más fuerte dentro del grupo, nos preparábamos para la vida que nos tocaba vivir, mejorando nuestras habilidades para la caza, aprendimos a coordinarnos para lograr nuestros objetivos, nos preparamos, en definitiva, para vivir, hasta que ellos aparecieron y ahora, soy el último de mi clan, y la vida se me escapa lentamente, acabarán mis días como cazador en solitario, por primera vez no tengo a los míos junto a mí, nunca imaginé que moriría sólo, al menos, intentaré despedirme de mi amada por última vez...

Doy un paso más, se me nubla la visión, cada vez me cuesta más respirar, caigo al suelo, siento el calor de la sangre en mi herida, y el agotamiento de mi cuerpo...

¡Ah! ¡Descansar! Eso estaría muy bien... Olvidar el frío, la soledad, la nostalgia, el miedo, el dolor... Sólo hay una cosa que no quiero olvidar, quiero volver a verla una vez más, una última vez, en esta ocasión no podré cantarla, pero el silencio en ocasiones también resulta hermoso, su silencio en la oscuridad de la noche es lo más bonito que jamás he oído, esta noche, nuestra última noche, compartiremos juntos ese silencio...
Nuestro silencio...

Puedo escuchar pasos, el hedor a humano se intensifica, junto a él también noto el amargo aroma de varios perros, perros estúpidos, esclavos de una raza que les trata a patadas, vendidos sin honor, son capaces de lamerles la mano y mover el rabo con tal de atraer la atención de sus crueles amos, que les utilizan para sus propios fines...

Y ahora les están guiando hacia mí...

Alzo mis cansados ojos hacia la oscuridad del cielo, busco su luz, pero no está, siento la desesperación apoderarse de mi corazón, tantos años persiguiendo un amor inalcanzable... No podré llevarme su luz conmigo... Una solitaria lágrima de tristeza asoma en mis ojos, morir sin la luz de mi amada Luna...

Se acercan, escucho sus voces, sigo buscando en el cielo, no puedo entender su ausencia, un gruñido nace desde mi garganta, reúno las pocas fuerzas que me quedan para encararme a mis enemigos, mi corazón ya no está en este lugar, mi último pensamiento está con ella, esté donde esté, puedo morir tranquilo...

Es un grupo pequeño, vienen con fuego sobre sus dos patas, cubiertos por las pieles de mi familia, los perros atados con correas, babean saboreando el aroma de mi sangre, pongo en tensión mi cuerpo, preparándome para vender cara mi vida.

Escucho un sonido acompasado detrás de mi, como el latir de un corazón gigantesco, los cazadores se quedan paralizados, su olor ha cambiado, el matiz amargo del odio ha dado paso al ácido del miedo, han dejado de respirar, alguno está temblando, muestro mis colmillos a mis perseguidores, noto el pelo erizándose en mi espalda, un profundo rugido sale desde mis entrañas, el olor del miedo me pone en guardia, me siento superior a mis enemigos, ahora mismo ellos no son nadie, tienen miedo y voy a...

Una sombra pasa rápida sobre mi, instintivamente me pego al suelo, tiene un olor que nunca antes había sentido, una figura reptiliana con grandes alas se abalanza sobre mis enemigos, sus blancas escamas reflejan la luz de las llamas como si fuese cuarzo blanco, agarra a dos de ellos con sus poderosas patas delanteras y transforma en puré sus cuerpos contra la ladera de la montaña, los perros huyen en desbandada, aterrados por esta criatura, la cola castiga a los cazadores, y acaba con la vida de los dos últimos hombres con una ráfaga helada de su aliento...

Posa su majestuosa figura en el suelo, mirándome fijamente, puedo ver el destello azul de sus ojos, su cuerpo emite una fría luz, una luz que me recuerda...

Mi cuerpo ya no puede sostenerme, caigo en la oscuridad, agotado, feliz por haber visto por última vez esa luz...

Siento como mi cuerpo se eleva, apenas siento el dolor, ni el frío, ni el aire, sólo una indescriptible fragancia, dulce, suave y delicada, que me envuelve y me lleva hacia algún lugar más allá de todo...

Más allá del mundo de dolor en el que he vivido...


Siento calor, un calor agradable, no tengo dolor en mi cuerpo, poco a poco intento abrir los ojos, un rayo de luz rasga la oscuridad, y voy siendo consciente del lugar donde me encuentro.

Lo primero que aprecio son los nuevos aromas, romero, flor de jazmín y rosales, también percibo el olor de la lluvia sobre la tierra.

El cielo sobre mi es más real que nunca, con tonalidades que van desde los colores rosados más suaves que haya podido percibir en la vida a los azules oscuros más intensos que la profundidad del océano, vívidos turquesas y suaves tonalidades amarillas se mezclan allá arriba en un marco de inigualable belleza, pequeñas formaciones de nubes filtran la luz de los soles.

Ante mí y a mi alrededor, un valle, rodeado de escarpadas montañas, todo un tapiz de verde y colores de bellas flores, moradas, blancas, rojas, amarillas y azules, meciéndose por la brisa, que sopla suave en el lugar, bañado por la dorada luz de los soles, una luz que no resultaba en absoluto molesta, no dañaba mis ojos, ni me obliga a entrecerrar mis párpados

Todo se percibe con una gran intensidad en este nuevo mundo, todo es más real y a la vez más fantástico que en aquel lugar del que procedo, cascadas interminables, arco iris de diversas formas, aves desconocidas para mi de brillante plumaje, con voces diversas y claras cantaban a este eterno amanecer, melodías desconocidas que sólo hablan de felicidad...

- Algunas leyendas olvidadas tiempo ha por los hombres contaban como habitaban entre ellos seres mágicos...

Se acerca a mi lentamente, mientras habla, tiene forma humana, pero no huele como tal, su largo cabello es blanco como la nieve pura, y su piel brilla tenuemente con la luz que lo baña todo, se acerca caminando con gracia, casi danzando sobre la hierba, una túnica envuelve su perfecta figura de mujer, me contempla con unos ojos azules de dulce mirada y sus finos labios sonríen.

- Entes protectores que cuidaban de aquellos que tenían un corazón bueno, seres a los que los hombres dieron la espalda... - Su mirada se entristece por un instante- Primero, se aprovecharon de nuestra bondad, utilizándonos para sus propios fines, después nos persiguieron, y, por último, nos olvidaron...

Se sitúa frente a mi, sonríe de nuevo, la primera sonrisa que veo en una humana, a pesar de que esta criatura no parece serlo, es demasiado perfecta como para ser de esa especie...

- Los supervivientes de esos días viven escondidos a la vista de los humanos, resentidos todavía con su raza, y preocupados por lo que se están convirtiendo y lo que están haciendo con su mundo y aquellos que lo comparten con ellos...

Alarga su grácil mano, por un momento temo que me golpeé con ella, pero, en lugar de ello, lo que hace es acariciarme con suavidad mi pelaje... Es una sensación muy placentera, me recuerda a cuando era apenas un cachorro y tenía a los míos junto a mi, aquella época de felicidad en la que no temía ningún daño, en la que ningún ser me había herido, una época en la que la cautela todavía no se instaló en mi corazón, una época tan lejana en mi vida, que apenas la tenía presente, hasta que esta criatura me tendió su mano, sin saber como, su caricia me ha hecho feliz...

- Como yo, tu eres el último de tu especie, no quedan lobos en la tierra, el hombre se ha encargado de ello, como pasó con los míos, os han perseguido hasta el exterminio...

Su voz suena triste, como si recordase tiempos mejores, saber que soy el último me entristece, pero mi tristeza queda eclipsada por la presencia de este ser que de algún modo me ha salvado, sin saber el motivo, quisiera poder hablar para preguntárselo.

- Hubo un tiempo en el que los míos vagábamos libres por su mundo, dominábamos la magia, y contábamos con el respeto de todos los seres de la tierra, fuimos los protectores enviados por los dioses para mantener el equilibrio, cuando el ser humano apareció en la tierra como la creación perfecta de un joven Dios ambicioso, nos pareció frágil y desprotegido, fue creado a imagen y semejanza de su dios, un dios sin nombre y sin escrúpulos, que dedicó su tiempo a poner a prueba a su creación, sin ningún tipo de remordimientos, los utilizó en su guerra particular con los otros dioses hasta que logró su cometido y con el tiempo fue descuidando a su creación, perdió interés en su criatura y decidió dejarlos a su suerte, sin preocuparse lo más mínimo por su destino y el destino de las otras criaturas a las que había dejado huérfanas al exterminar a sus hermanos...

Decidimos ayudarles frente a la ira de su dios, les guiamos, les enseñamos la magia y la creación, les enseñamos el secreto del fuego y la construcción, les explicamos como utilizar su entorno para crecer... Pero estuvimos ciegos, por un momento olvidamos que esos seres resultaron tan ambiciosos y traicioneros como su creador...

Una vez aprendieron de nuestra especie todo lo que ellos creían que necesitaban saber, se revelaron contra nosotros, los dragones fuimos perseguidos, entraron en nuestras guaridas, nos exterminaron uno a uno, hasta que tuve que decidir exiliarme a este lugar, a la antigua morada de los dioses originales, al único legado que queda de mis padres, el único lugar donde puedo estar segura, el lugar donde él no puede presentarse...

Se levanta y con sus brazos abiertos señala en un ademán el lejano horizonte, donde nuevos colores se mezclan y nacen de los sueños.

- En este lugar todavía vive la magia creada por ellos, en este lugar todo lo que desees puede ser posible, gracias a la magia de este sitio, he podido acudir casi cada noche a escucharte, no podía hacerlo cada noche, pues siempre sentía que él podía aparecer para acabar lo que empezó, hoy he tenido el presentimiento de que algo malo podía ocurrirte, he arriesgado mucho para poder salvarte, ahora estamos a salvo, esta es la tierra de las leyendas, los sueños y los recuerdos... – Suspira... - Eres libre de decidir lo que deseas hacer, en este lugar, si te concentras lo suficiente, puedes lograr lo que te propongas, yo ahora tengo que descansar, notarás que el tiempo en este lugar fluye de un modo totalmente distinto al de... Tu anterior vida...

Una luz muy brillante mana de sus ojos, primero azul y después de un blanco puro, la sombra detrás de ella crece al tiempo que cambia de forma, unas majestuosas alas blancas crecen en su espalda al tiempo que su piel se llena de escamas brillantes como diamantes pulidos, está recuperando su forma original, una majestuosa forma de dragón, un bello dragón blanco, orgulloso y fuerte como la montaña, una figura aterradoramente bella, de su anterior forma sólo conserva esos ojos azules como el horizonte de mi anterior vida, una mirada dulce que contrasta con el poder que emana de ella.

Me concentro con todas mis fuerzas, no puedo permitir que se marche, no todavía, ahora mismo siento envidia por la facilidad de palabra del ser humano, deseo de corazón poder hablar, intento hacerlo más me resulta imposible, ahora mismo lo daría todo por ser como ellos, por poder cambiar de forma a voluntad, por poder ser humano...

Noto como mi cuerpo empieza a cambiar, siento crujir mis huesos y el pelaje que cubre mi piel cae sobre la hierba como un manto que se lleva el viento, me retuerzo de dolor mientras mi cuerpo se adapta a mis deseos, mis garras se convierten en manos, y mis músculos cambian, pronto mi voz también se transforma y un grito de dolor muy humano sale de ella...

Estoy sudando y temblando, desnudo en mi nuevo cuerpo, alzo la vista a la dragona que me mira con tristeza, sonrío y poco a poco me levanto sobre mis pies, siento como mi pelo se mece con la brisa, y me esfuerzo en hacer salir las palabras de mi interior...

- Gra... Gracias... Gracias por... Salvarme... Gracias por haber venido a buscarme... – Mi corazón da un salto al recordar sus palabras, por un momento siento como se detiene, y luego vuelve a latir con mucha fuerza... - Gracias por escucharme cada noche...

La dragona agacha la cabeza y una lágrima se desprende de sus ojos, un pequeño diamante que refleja la luz de los soles rompiéndola en un espectro de colores diferentes.

- ¿Porqué esa lágrima? – Le pregunto al tiempo que recojo la joya del suelo con intención de guardarla para siempre junto a mí

- No deberías haber tomado forma humana, pues ahora serás capaz de sentir como uno de ellos, serás capaz de sentir el anhelo, la tristeza, la locura y... El amor...

- Pero... Yo... – ¿Qué es esta sensación? Me siento capaz de todo, me siento fuerte como un roble y al mismo tiempo vulnerable como un cachorro...

- El amor puede ser el sentimiento más bello que tienen los humanos, pero, a la vez, resulta el más doloroso, es capaz de volverles completamente locos de dolor, hasta el punto de perder toda su esencia, en su anhelo por vivir, son capaces de embarcarse en una batalla perdida por sentir el amor, el pilar de su existencia caótica, el único asidero que tienen, en ocasiones firme y resistente como el acero con el que se matan entre ellos, y en otras, una fantasía voluble que puede llevarles a la muerte...

Pienso en sus palabras, no puedo creer que este sentimiento pueda ser tan horrible, de todos modos, ya es demasiado tarde, correré el riesgo, la he llamado cada noche durante mi anterior vida contemplando cada noche su luz y escuchando su silencio...

- Te equivocas... El amor, no es un sentimiento sólo humano...
- Pero si el dolor que siempre le acompaña... – Su mirada demuestra que ella siente ese dolor, y siento el deseo de que el mismo desaparezca, una criatura como ella no debería jamás sufrir de ese modo...

Hay una leyenda olvidada, esa leyenda habla sobre el último lobo, un lobo que se enamoró de un sueño, un sueño que persiguió hasta el último momento, esa leyenda cuenta como hizo guardia cada noche, esperando a su amada, deseando ser bañado por su luz, yo sólo recuerdo algunos fragmentos de esa leyenda, no sé si finalmente ese lobo vio cumplido su sueño o si se perdió en un simple recuerdo...

Ahora es momento de descansar, hacer guardia por si en la oscuridad de la noche cae una lágrima de diamante del cielo, pues tampoco sé si la dragona de la leyenda se pudo recuperar de su dolor... ¡Ah! Cosas de la edad supongo... De haber sido ese lobo, creo que yo también habría seguido mi sueño, pues, aunque amar duela, no se debe perder la fe en las viejas historias, siempre se puede sacar algo de ellas, podemos aprender a ser mejores personas e inspirarnos... Pues... Toda leyenda tiene algo de cierto... Y toda fantasía se puede convertir en realidad si lo deseamos lo suficiente...

Aunque... Cuidado con lo que deseamos...



Dedicado a mi dragona blanca...
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Pesadilla

Este relato fue un encargo. Hacía tiempo que no escribía nada y la verdad es que tenía ganas de hacer una historia con una atmosfera un poco asfixiante. Como se trata de un encargo, está un poco personalizada para darle yuyu a quien me lo encargó.

Dedicada a Bianca. Sin ella este relato no habría existido.

Gracias

Wolf



Es de noche...

El mundo a tu alrededor parece haber muerto...

No se escuchan más sonidos que el lejano zumbido, provocado por el motor de la nevera...

El único foco de luz es la pantalla de tu ordenador, tu sombra en la pared parece una presencia real, como si fuese una criatura al acecho, esperando el momento idóneo para abalanzarse sobre ti, pero por suerte es sólo una sombra, y estas, mientras haya una luz que las retenga contra la pared, no pueden hacernos daño...



Van pasando las horas, el sueño no acude a ti, de vez en cuando oyes algún sonido proveniente del otro lado de la casa, como ligeros crujidos, por supuesto, sabes que esos sonidos lo producen los materiales al enfriarse, sobretodo ahora, con los cambios bruscos de temperatura... Pero a estas horas de la noche, cuando todo está tranquilo y a oscuras... Parecen pasos furtivos de criaturas sin nombre, largo tiempo olvidadas, criaturas que ansían el calor humano, seres sin una forma definible, monstruos del sótano que se cobijan en la oscuridad, miedos irracionales, como el hombre del saco o el monstruo que todos tenemos debajo de la cama...

Pero hace tiempo que dejamos de creer en ellos, conforme vamos creciendo nuestros miedos cambian, el miedo a suspender, el miedo a nuestra primera vez, el miedo a la soledad, a los bancos...

Pero hay un miedo primigénio, un miedo puro que nos acompaña de pequeños, un temor que nos mantiene despiertos en la noche, con las mantas como único escudo protector, es el miedo a la oscuridad.

¿Es sólo la imaginación lo que nos hace ver criaturas horribles por la noche? ¿Es sólo nuestra mente la que convierte el susurro del viento en el lamento de almas corrompidas que vienen a por nosotros? ¿Estamos seguros que tras esa rendija que se queda abierta en el armario... Sólo hay ropa?

Espera un momento...

Me ha parecido escuchar una respiración en esta habitación...

Un reflejo en la ventana... ¿Es posible que haya alguien ahí? La silla cruje al levantarte... La oscuridad de esta larga noche es lo primero que ves al fijarte en el cristal... Algo parece retenerte, sientes un escalofrío recorrer tu espina dorsal desde el cuello hasta las piernas, el vello de tus brazos se eriza y sientes que tu visa se empaña con las lágrimas que intentan salir...

Obligas a tus piernas a obedecer, lentamente, arrastras un pie hacia delante, parece que unas manos invisibles te agarran las piernas, manteniendote en el sitio...

Por pura fuerza de voluntad logras acercarte a la ventana, el tiempo parece haberse detenido, detrás de ti queda el cono de pálida luz de tu ordenador y más allá en las sombras el maldito zumbido del frigorifico, notas el peso de la oscuridad, el avance como si se derramase de una balsa de aceite, pero a ti lo que te atrae es la ventana, ese cuadro negro delante de ti.

Más allá distingues la pared de enfrente, la ventana de tus vecinos es otro marco de oscuridad, que da a la nada insondable... Pero no parece haber nadie más allá del cristal de tu ventana... Quizas hayá sido tu imaginación... Despues del día de hoy, te sientes cansada, serán los nervios por el viaje... Decides bajar la persiana, no te gusta esa sensación de que alguien te observe...

¡Espera! Parece que... Hay alguien... Percibes su silueta desde la ventana de enfrente... Es... Extraño... Ves cómo enciende una vela, es una muchacha joven, delgada, su cabello rubio cae en cascada por detrás de su espalda, pero lo que te inquietan son sus ojos...

Parece que te esté mirando directamente al alma, esos ojos fríos como el hielo te aterran, te mira como hace un depredador con su presa, no hay ningúna expresión en su rostro, como si fuese una pintura sin alma, detrás de ella las sombras se mueven, ves unos ojos detrás suyo, brillan con un intenso color rojizo, ves como se van acercando, fundiendose en las zonas donde no alcanza la débil luz de la llama...

Observas paralizada como las criaturas se alzan detrás de la joven, rozan su cabello que se mueve ligeramente, como acariciado por una suave brisa...

La llama se apaga y un ruido suena a tus espaldas... Parece que algo se ha caido en el salón, sientes los latidos de tu corazón palpitar en las sienes, vuelves a mirar por la ventana, pero está todo en calma, ni rastro de la extraña joven, ni de esos ojos... Te parece escuchar un susurro llamándote desde más alla de la puerta de tu habitación.

Dices el nombre de tu hermano, la voz te sale quebrada y temblorosa con el miedo...

No hay respuesta...

Le amenazas, si es una broma, no tiene ninguna gracia...

El perro gruñe en sueños, parece incómodo, todas tus terminaciones nerviosas te gritan que le despiertes, pero, por algún motivo que no entiendes, decides no hacerlo.

Un golpe en el salón, otra cosa que parece haberse caido, como sea tu hermano le vas a dar una buena paliza, vuelves a decir su nombre, y de nuevo el silencio te responde...

La puerta de tu habitación se te atonja las fauces de una criatura antinatural, más allá...

¿Cómo es posible que te de miedo tu propia casa? Llevas muchos años aquí, podrías recorrerla con los ojos cerrados, pero es esa oscuridad... Los objetos que te son tan comunes durante el día, ahora te resultan amenazadores...

Y tienes la sensación de ser observada... No te gusta eso, no te gusta que la gente te mire fijamente, y allí hay algo... Algo que espera en la oscuridad... Algo que quiere estender sus garras sobre ti... Algo que no debería pertenecer al mundo lógico...

Escuchas su respiración, sibilante, como una serpiente que amenaza al incauto que se acerca demasiado...

Vuelves a escuchar tu nombre, las sombras parecen moverse como el humo, arremolinándose, invitándote a unirte a ellas, a descubrir que hay más allá...

Enciendes la luz de tu habitación, el ruido se detiene, la luz te hace sentir segura, vuelves a respirar, y el ritmo de tu corazón vuelve a la normalidad.

¿Ha sido todo imaginación tuya? Parecía tan... Real, quieres ir a mirar que es lo que se ha caído, que ha podido pasar... Pero al mismo tiempo te aterroriza la idea de adentrarte en la oscuridad, buscas el móvil para usarlo como linterna, no quieres encender ninguna vela, después de lo que has visto, te aterra pensar que se pueda apagar la llama...

El móvil ilumina muy poco, apenas lo suficiente como para ver un trozo de la pared...

Paso a paso te vas adentrando en las sombras, vas pulsando las teclas laterales de tu teléfono movil, para que no se apague, sólo el pensar que puedas quedarte sola en esta oscuridad te aterra...

Un paso...

Otro...

Otro más...

A tu izquierda, escuchas un susurro, apenas audible, pero estas segura de que lo has oido...

Mueves tu movil en dirección al sonido, con la esperanza de poder vislumbrar algo, pero no funciona...

Notas como acarician tu pelo desde atrás, te giras con el movil delante, como si fuese un cruzifijo capaz de salvarte de los demonios, un siseo en aumento te rodea, las lágrimas recorren tu rostro, saltas hacia el interruptor y lo golpeas con la fuerza de la desesperación...

El salón está como siempre, nada ha cambiado, todos los objetos estan en su sitio, respiras aliviada, ha sido todo una alucinación debido al sueño y a los nervios...

¡Maldito Wolf! Te ha tenido despierta hasta estas horas, para esto… Le matarás...

Ries nerviosa para liberar la tensión que has acumulado...

El móvil se apaga, deberías haberlo cargado...

Y es ahora...

Los plomos caen...

Oscuridad...

Un grito...




FIN
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