martes, 12 de octubre de 2010

Laberinto. Parte 3

Laberinto
Parte III
Tu corazón no te pertenece  

El vapor del agua caliente se condensaba en el espejo del cuarto de baño desfigurando su reflejo. Pasó la mano limpiando una parte y contempló la figura que le devolvía la mirada.
Se sentía orgullosa de sus ojos, de un color azul claro, siempre le habían gustado, aunque ahora tenía la mirada cansada.
Lo ocurrido esa tarde la había agotado, necesitaba descansar.
Secó su largo cabello rubio y lo peinó con delicadeza, recogiéndolo en una trenza. Desenchufó el secador, enrolló el cable y abrió el cajón para guardarlo.
Encontró una nota, escrita con letra pequeña y afilada, inclinada ligeramente hacia la derecha:

“Tu corazón no te pertenece”

La luz se apagó. Sumiéndolo todo en la más absoluta oscuridad.
Sintió el rápido latir de su corazón en las sienes y el palpitar en su pecho.
La temperatura en el cuarto de baño descendió bruscamente. Algo le acarició el pelo. Sentía su respiración detrás de ella. Cerró los ojos con fuerza deseando que todo fuese, una vez más, un sueño.

- El libro... – El intruso hablaba con una voz grave, profunda e hipnótica - Sigue leyendo pequeña...

Abrió los ojos.
Todo estaba de nuevo bañado por la luz artificial de la bombilla. Estaba sola en el cuarto de baño.
El vapor condensado en el espejo se había transformado en una fina capa de escarcha. Se puso la camiseta que le había regalado uno de sus mejores amigos. Con ella se sentía segura, protegida, acompañada por él.

El libro reposaba en su mesita de noche.
Temía tocarlo. Parecía amenazarle, como una tarántula venenosa esperando a su presa.
No quería saber nada de ese libro. Pero aún así. Le atraía irremediablemente, como el pájaro que picotea la cola de una serpiente.
Se sintió estúpida ¿Cómo podía tener miedo de un simple libro? El cuero brillaba bajo la luz de la lámpara. El título en letras plateadas no parecía amenazador.
Sólo una palabra. Laberinto. No le decía nada. Pero sin embargo... La forma de escribir de ese desconocido, le resultaba demasiado familiar.

No quería estar sola, necesitaba hablar con alguien sobre lo sucedido. Pero todos los suyos se habían ido y sus padres dormían.
Encendió el ordenador para evadirse un rato. Pensó en ver alguna película o jugar a algún juego on-line que le mantuviese la mente ocupada.
Cerró la persiana de su ventana, no podía soportar la oscuridad del exterior. Se sentía vulnerable a las miradas ajenas.

Pulsó sin darse cuenta en el buscador el nombre del escritor. No había nada relacionado con él ni con el libro que esperaba, amenazador, a que se sumergiese de nuevo en sus páginas.

Buscó una película que le habían recomendado.
Dejó que se cargase durante un rato y la puso en marcha.
Le habían dicho que era una película muy divertida. La introducción hablaba de un grupo de soldados que debían tomar una colina en la guerra del Vietnam. Tras unos minutos escuchando sandeces, el narrador dijo “Esta película, no cuenta nada sobre ellos...” Sonrió la ocurrencia de los guionistas.
Se quedó helada cuando el título de la película apareció en su pantalla en grandes caracteres góticos escritos en rojo con fondo negro.

LABERINTO.

De nuevo esa mirada apareció en el ordenador, sólo esos ojos que brillaban con malicia. Sintió como la vista se le borraba tras las lágrimas. La pantalla se volvió negra y unas letras empezaron a aparecer en el monitor:

Tu corazón no te pertenece

Una y otra vez...

Tu corazón no te pertenece

La habitación le daba vueltas. Se sintió mareada.

Tu corazón no te pertenece

Le entraron ganas de vomitar. Su respiración había adquirido un ritmo demasiado rápido. Apretaba con fuerza los reposabrazos de la silla.

Tu corazón no te pertenece
Tu corazón no te pertenece

Apartó el monitor de un golpe. Cayó al suelo estrepitosamente rompiendo la pantalla. Sus padres, sobresaltados por el ruido, entraron precipitadamente en su cuarto.

- ¿Qué ha pasado?

Se abrazó a su padre con lágrimas en los ojos. Temblando. No podía pronunciar palabra. Sólo llorar y temblar como las hojas del Otoño mecidas por un viento demasiado fuerte.

- Ve a dormir – Su madre recogió el monitor del suelo.- Ya hablaremos mañana.

Cerraron la puerta de la habitación. Se estiró sobre su cama intentando relajarse, recuperar el control.
Pensó en sus amigos y en cuanto los necesitaba en ese momento, quiso coger el teléfono para llamar a alguno de ellos, le daba lo mismo la hora, no quería sentirse sola y necesitaba a alguien que la escuchase para no volverse loca.
No podía utilizar el móvil, tenía restringidas las llamadas, y el fijo estaba en la habitación de sus padres.
Lloró de desesperación.
Cerró los ojos para intentar dormir. No apagó la luz. Le aterraba pensar en quedarse a oscuras.
El viento azotaba la persiana, parecía que desde el exterior estuviesen picando repetidas veces pidiendo que dejase entrar a lo que fuese que había allí...

Su mirada se dirigió de nuevo al libro, ese libro maldito que era la causa de todos sus problemas. Pensó en lanzarlo a la basura al día siguiente.
No le gustaba deshacerse de los libros, pero ese... Ese libro del demonio era el causante de todos sus problemas. Lo detestaba como no lo había hecho en la vida.

Su mano se movió por propia voluntad. Cómo si no fuese su cuerpo, vio que estiraba el brazo hasta cogerlo. Lo sintió caliente, pesado. Como le había ocurrido en el autobús hacía una eternidad. Sus manos abrieron el libro por la página donde lo tenía marcado. Y, fuera de su voluntad, sus ojos siguieron el texto:

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