lunes, 22 de septiembre de 2014

Recuperando viejas costumbres...

  El sudor frío recorre su espalda mientras se esfuerza por que sus rodillas no desfallezcan. Siente que si cae será lo último que haga en su vida. Sabe que algo le persigue, como el cervatillo que alza la vista al sentir la presencia del cazador, ella se siente presa.

 El fin de semana se había presentado maravilloso, el Sol brillaba en un cielo abierto. Habían planificado este viaje desde hacía mucho tiempo, sus padres cuidarían de la pequeña y por fin, después de tanto tiempo, podrían disfrutar el uno junto al otro tranquilamente. 

 El viaje fue corto, una hora por la autovía en dirección noreste y después salieron por la nacional hasta llegar a las afueras de Argentona, a un pequeño pueblo que en esta época del año se hallaba casi deshabitado. El verano había dado paso al otoño y el invierno pedía paso arrastrando las hojas al suelo embarrado, la nostalgia por la vida que se vivía en primavera empezaba a adueñarse del lugar. 

 Finalmente, tras cruzar un tortuoso sendero llegaron con el coche a la casa que habían alquilado. Les sobrecogió el lugar. Una puerta de hierro forjado cerraba el paso a un camino bordeado de arboles y macetas hacia una casa de montaña del siglo XIV. A la derecha del camino, un cobertizo con trastos y útiles de labranza que acumulaban óxido, a la izquierda una panorámica del valle de Canyamars y los campos antaño labrados, ahora invadidos por maleza. Y al fondo, la casa. su fachada blanca adornada con un reloj solar y tres altas ventanas con los postigos cerrados al viento. Le pareció que la casa les esperaba. Por un momento tuvo la sensación de que la casa era un ente vivo, un animal que esperaba paciente la visita de una presa viva para saciar su hambre de vida. Sintió que las manchas de humedad que salpicaban la fachada eran realmente surcos de sudor que el monstruo exudaba bajo el calor del Sol implacable, el portón se le antojó las fauces de una criatura viscosa y oscura que se cerraría tras ellos engulléndolos para siempre.

 Alberto le cogió la mano sacándola de su ensoñación. El motor del Corsa ronroneaba mientras se enfriaba. Sonrió mirándola a los ojos, se sentía feliz ante la perspectiva de ese fin de semana perfecto que habían planeado. No se creía su suerte cuando encontraron en Internet esa magnifica casa a precio de saldo. Al principio temieron que fuese una estafa pero decidieron arriesgarse. Al fin y al cabo una oportunidad así no se podía dejar escapar tan fácilmente y el viaje merecía la pena.

 Bajaron del coche y una ráfaga de viento frío les dio la bienvenida, Las ramas de los arboles se estremecieron y parecían susurrar a su alrededor. Algunas hojas se arremolinaron a sus pies como si quisiesen arrimarse al calor de su cuerpo. Se ajustó la chaqueta para resguardarse del frío y caminó lentamente hacia la puerta cuando percibió entre las sobras del camino la oscura silueta de un hombre que les miraba fijamente. Con un suspiro entrecortado apretó el brazo de su chico indicándole la presencia del extraño. La gravilla crujió bajo las botas del desconocido cuando salió de las sombras producidas por un sauce sonriendo hacia ellos.

 - ¡Buenos días! Llegan justo a tiempo, en quince minutos tenía que marcharme a enseñar otra casa- Mientras hablaba abrió el candado de la cadena que mantenía cerrada la oscura puerta de metal. - Espero que el viaje haya sido tranquilo y no les costase demasiado encontrar este lugar- Abrió la chirriante puerta y con una sonrisa extendió su mano para estrechársela a la pareja, primero a él. - Encantado de saludarles, mi nombre es Amadeus- Después a ella. - Wolfgang Amadeus, mi madre era muy amante de la música clásica, aunque me temo que por desgracia yo no he heredado las maravillosas características de quien inspiró mi nombre- sonrieron los tres ante aquel intento de romper el hielo y la pareja se presentó. Su anfitrión vestía un largo abrigo negro y alzaba unos elegantes guantes de fina piel del mismo color, sus botas marcaban un paso rápido y enérgico sobre el empedrado del suelo mientras describía la historia del lugar y la importancia de las tierras de labranza de alrededor. - El pueblo hoy en día no es gran cosa, se ha visto reducido a casas de segunda residencia y cuando más gente tiene es a finales de verano con motivo de las fiestas medievales, lamento que no hayan podido disfrutarlas, este año fueron todo un éxito. Bien, ¡ Aquí estamos! - Anunció mientras introducía la llave en el gran portón de la entrada.- Caballero... - Se hizo a un lado a la vez que con la mano le hacía un gesto para que hiciese los honores de franquear la entrada. 

 El portón crujió mientras se abría dejando entrar la luz por primera vez en mucho tiempo. Momentáneamente les costó respirar el aire rancio del interior, pero la sensación pasó transcurridos unos segundos y la luz del exterior penetró lentamente en el inmenso espacio del recibidor. Unas finas partículas de polvo flotaban en el aire, removidas después de mucho tiempo reposando. El piso de roja terracota se conservaba en buen estado y algunos muebles realmente antiguos descansaban apoyados en las paredes que presentaban algunos desconchones y grietas en su pintura. El alto techo se sustentaba sobre unas viejas vigas de madera marcadas por algunos agujeros de termitas. 

 - ¡Ah! El hogar... ¡Dulce hogar!- Dijo Amadeus con una amplia sonrisa de vendedor ambulante- No se dejen engañar por una primera impresión, les aseguro que es la casa más acogedora que van a encontrar en muchos kilómetros a la redonda- Se sacudió elegantemente una mota de polvo que se había posado en la pechera de su abrigo.- Es una de las pocas masías medievales que se conservan en todo el país, es un lugar con mucha historia ¡Y vaya historia! Si nos da tiempo os contaré un poco sobre el propietario original de esta finca. Ahora por favor... Seguidme. 

 «A mano derecha, traspasando un alto arco tenemos la cocina, por supuesto está actualizada con los servicios disponibles hoy en día aunque se ha intentado conservar al máximo su esencia, disponen de un lavadero y una pequeña cocina de gas, todos los muebles son originales del siglo XVIII y se conservan en muy buenas condiciones, como pueden ver la mesa es regia resistente, a no se hacen trastos como estos hoy en día. En la alacena hay una vajilla original de plata, aunque no les recomiendo que utilicen esos cubiertos, quien sabe la de tiempo que hace que no se limpian... El hogar es magnifico como pueden ver, está preparado perfectamente para encender una buena hoguera y es maravilloso pasar la noche frente al fuego antes de ir a dormir. A través de esa puerta llegamos al cuarto de baño, como pueden ver disponen de tres piezas totalmente funcionales, aunque el deposito del calentador es bastante pequeño, les recomiendo que la ducha sea rápida si no quieren encontrarse duchándose con agua del ártico. Encuentro la piedra vista de esta habitación realmente maravillosa, os puedo asegurar que esto no se os va a caer, aunque si tenéis que cuidaros del agujero que hay en el techo al fondo de la ducha, da al piso de arriba, aunque es una habitación que no necesitareis utilizar para nada. Si volvemos al salón de entrada podremos dirigirnos al largo comedor y pasar por el que era el despacho del señor de la casa. Fijaros en el documento enmarcado en la pared, en el podemos ver que el rey Fernando II de Aragón visitó varias veces la hacienda en varios años, podéis ver su firma «Yo el Rey» Cuanto ego metido en unas calzas... Lamentablemente son unos documentos falsos, el rey nunca nos honró con su visita, aunque como les dije, si luego tenemos tiempo, les contaré la historia sobre este lugar, nos queda por visitar la habitación del fondo, donde veréis una mola donde se prensaba el trigo y luego subiremos al piso superior para ver las habitaciones, tened cuidado con los trastos que hay apilados aquí, suelen poner trampas para ratones por que esos diablillos a veces se cuelan desde el campo, aunque no creo que les molesten en esta época del año. Bien ¿Subimos? Cuidado con las escaleras, cuando las construyeron no tuvieron en cuenta la comodidad. Bien, una vez arriba pueden ver que delante de las escaleras hay una gran habitación con varias camas, estos eran los aposentos destinados a los hijos y los invitados. Podéis notar que el suelo tiembla ligeramente, es debido a la construcción con vigas de madera, pero no os preocupéis, esta masía lleva en pie más de 500 años, no se va a caer este fin de semana. El techo es alto y podéis contemplar la inclinación del tejado y lo regias que son las vigas, en aquellos tiempos cuando construían algo bien, lo hacían a consciencia. Bueno, esta es la sala principal del piso superior, en esta vitrina podéis ver que se conservan varios vestidos de clase media de la época victoriana esos modelitos son de bebé junto con el carrito al lado de dos vestidos de mujer adulta. La vitrina ayuda a que se conserven en buenas condiciones a pesar del paso del tiempo y siguen siendo bonitos aunque ese tono amarillento los apague un poco. Aquí a la derecha está la habitación principal de los señores, ocupa todo el espacio de la cocina y esta portezuela da a lo que sería la pequeña habitación del bebé que conserva la cuna original, tras esa cortina se haya el agujero del techo que vimos en el baño, tengan cuidado, lo mejor es no entrar en esta habitación. Sólo nos queda por ver la zona de los criados de la casa, que es esa habitación que queda a la derecha según se entra desde las escaleras. ¿Esas otras escaleras? Dan a la buhardilla... Está lleno de trastos y libros cubiertos de polvo. Nada interesante desde luego, los tesoros, de haber existido, hace mucho tiempo que no están aquí. Los dueños me han rogado explicitamente que no retiren las fotografías que se hayan en las paredes de esta sala. Se que resultan inquietantes, son post-mortem, imágenes del 1800 y pico, eran muy populares en aquellos tiempos La práctica consistía en vestir el cadáver de un difunto con sus ropas personales y participarlo de un último retrato grupal, con sus compañeros, familiares, amigos, o retratarlo individualmente. Es curioso observar estas fotos, por entonces los tiempos de exposición eran muy elevados y si os fijáis bien, podréis adivinar quien es el muerto en la imagen, es la persona que sale más nítida... Quizás pueda ser producto de alguna superstición. Al menos, no deja de ser curioso el que un muerto se vea más claramente en la imagen que una persona viva... Me quedan escasos minutos si quieren les puedo hablar del señor Joan de Canyamars mientras me acompañan al coche... 

 - La verdad es que poco se sabe de este hombre, más que fue un terrateniente a mediados del siglo XV que vivía por esta zona y trabajaba (O más bien, mandaba trabajar) el campo, se hizo tristemente célebre por atentar contra el Rey Fernando el católico en una visita de este a Barcelona. Con el fin de comprobar si había actuado en solitario o formaba parte de alguna conspiración, Joan de Canyamars fue curado de sus heridas e interrogado bajo tormento; durante el suplicio confesó que había actuado por inspiración del Espíritu Santo, que veinte años antes le había revelado que el verdadero rey era él, diciendo después que le había incitado el demonio según su declaración, cuando el rey hubiera muerto, el propio Canyamars ocuparía el trono en su lugar. Fue arrastrado por las calles de la ciudad y descuartizado, tiraron sus restos al populacho que lo vejaron y quemaron sus restos para ahuyentar al maligno... Algunos dicen que estaba loco, otros que era un visionario que luchaba por los derechos de las clases medias... Personalmente, creo que habría sido una era interesante cuanto menos... 

 Entregó las llaves a Alberto y el dinero cambió de mano, les deseó una feliz estancia y despidiéndose subió en su coche, un viejo Renault 14. - ¡Sí! ¡Es una carraca! Pero funciona a las mil maravillas, ¡Es mi carromato de la suerte! Las luces de posición se reflejaban en el barro y el motor traqueteó con sus viejos caballos mientras se alejaba del lugar, tocó el claxon por última vez, antes de perderse en un recodo del camino.

 CONTINUARA

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