jueves, 7 de octubre de 2010

Historia sin nombre

Este es un relato que escribí en un momento en el que estaba algo plofff. A veces nos va bien escribir para desahogarnos y pueden salir cosas como esta.

Disfrutadla!!

Gracias

Wolf


Aquí estoy, de nuevo, sólo en esta habitación, pensando en todo y en nada a la vez.

Voy a intentar escribir una historia, una historia que quizás pudo ocurrir en algún pasado remoto, en algún lugar dentro de nuestros corazones, o, simplemente de nuestros sentimientos...










Fuera soplaba el viento, con una furia inclemente, arrastrando copos de nieve y un frío que calaba hasta los huesos, la pequeña casa en la que vivían Lion, su hermana pequeña Alice y su madre, apenas les protegía de la ventisca, la humedad se filtraba por las paredes de madera, y las ratas devoraban el poco grano que tenían.

Su madre había contraído una enfermedad que la mantenía postrada en la cama con unas fiebres que diríase que el propio infierno estaba dentro de ella, sus pulmones, llenos de flemas, apenas podían respirar y apenas reconocía a sus propios hijos.

Lion intentó cubrir mejor el cuerpo de su amada madre con la pequeña manta de lana, que era apenas unos jirones debido a los mordiscos de los roedores, con un paño húmedo cubrió la frente de su madre y la miró, con una expresión mezcla de amor y temor.

La vida no había tratado bien a Lion, su padre marcho hacia tres años, cuando él contaba tan sólo 12 años, reclutado por el señor de aquellas tierras, para ir a combatir al frente en las guerras contra los herejes del sur de Francia, dejando a su esposa, a su hijo, y a la pequeña recién nacida, solos.

El padre nunca regresó, pero si lo hizo una comitiva del señor de Monfort, declarando que Arnou fue ajusticiado como hereje al unirse al bando de Trencavel, quemaron gran parte de sus pastos y mataron a los pocos animales que tenían, asimismo les subieron los impuestos y la familia de Lion se sumió en la pobreza más absoluta.

Lion miró a su hermana, la pequeña tenia el rostro demacrado por el hambre y la suciedad, sus grandes ojos azules se perdían en los rincones, mirando los roedores que cada día aumentaban en numero.

Su madre lanzó un gemido y acto seguido tosió, la sangre manchó la manta y el paño cayo al suelo, Alice se sobresaltó, las lagrimas corrieron por su rostro demacrado, creando surcos entre la mugre que cubría su piel, Lion intentó limpiar la sangre lo mejor que pudo y tiró el trapo a un rincón, donde las ratas pronto darían cuenta de el, intentó hacer unas gachas con unos ajos secos y un puñado de harina, era todo de lo que disponía, y le sirvió a su hermana un cuenco, para intentar aliviar su hambre.

Estaba desesperado, cada día rezaba por su madre y su hermana, pidiéndole ayuda a un Dios que parecía desoír sus plegarias y hacer caso omiso de sus hijos en la tierra.


La mañana siguiente, el viento amainó y Lion decidió probar suerte e intentar cazar algún conejo, cogió unos viejos enseres de su padre y dio un beso a su hermana que dormía en un jergón de paja y a su madre, la pequeña se movió en sueños y pronunció su nombre, tras lo cual Lion salió de la casa dispuesto a llevarle una pieza con la que poder alimentarla.

La nieve cubría la tierra y los árboles doblaban las ramas bajo el peso de esta, a Lion le daba una sensación de paz sentir el frió aire en el rostro y el silencio que se adueñaba del lugar, se cubrió con la vieja capa de piel de oso que confeccionó su padre cuando el nació, en otros tiempos, que ahora parecían lejanos, respiro hondo y comenzó su deambular en busca de algo que poder cazar.

No podría decir cuanto tiempo vagó por los bosques, pero cuando ya parecía perder toda esperanza, atisbo unas pequeñas huellas en la nieve y se dispuso a seguirlas, con una flecha preparada en el arco que una vez fuera de su padre.

Atardecía cuando volvió a su hogar con tres conejos jóvenes, pensando en un tiempo feliz, en el que su madre no estuviese enferma, y su hermana pudiese sonreír con sus rizos brillando bajo el sol primaveral, cuan feliz seria Lion si pudiese abrazarse a su madre y a la pequeña Alice, sin los problemas que arrastraba su familia desde la muerte de su padre, sabiendo que, dondequiera que estuviese, su padre podía sentirse orgulloso de su hijo.

Entró en la casa y vio a su hermana sentada en la única silla que tenían en la casa, su madre dormía, contempló su rostro y en él vio paz, parecía que la enfermedad que la aquejaba, le daba un momento de descanso, destripó los conejos y los puso a hervir con unos puñados de nieve, y una ramita de romero para darle un poco de aroma, sonrió cuando Alice se acercó al fuego atraída por el olor de la planta, que parecía aliviar el pesar de sus jóvenes corazones.

Después de la comida que les pareció un manjar, se permitió dormir un poco, con la sensación de tener el trabajo bien hecho.

Al rato abrió los ojos, sobresaltado por una pesadilla, en la que cientos de personas ardían en una hoguera en un prado manchado de sangre, en el sueño veía a su padre, consumido por las llamas, y podía sentir el lamento de la tierra al perderse cientos de vidas, cuyo pecado fue, ser buena gente...

A la luz de la luna se acercó a su madre, le tocó la frente y la notó Fria, la piel estaba rígida y las manos contraídas por la muerte, que al fin, acabó con su sufrimiento.

Lion se quedó rígido, las lagrimas brotando de sus cansados ojos, al saber que había perdido al ser más querido que jamás hallaría en vida, se arrodilló al lado de la cama mirando aquél rostro amado, que jamás volvería a abrir los ojos, supo entonces que nunca más volvería a abrazarle, jamás le volvería a cantar con aquella voz angelical, nunca mas le sonreiría cuando le trajese flores, ni se adornaría su largo cabello castaño con ellas, ni reiría con sus hijos, unos hijos por los que ella luchó, cada día de su vida fueron para ellos.

El amanecer le encontró dormido, abrazado al cadáver frío de su madre, perdida toda esperanza, toda ilusión, se había dormido de cansancio, deseando que al despertar nada de eso fuese real, que todo hubiese sido un mal sueño, tenia la esperanza de que al despertar escuchar a su madre mandándole cortar leña y calentar agua para el baño, y si no era así, bregó por no despertar jamás, y poder perderse en los valles de sus sueños, con una familia feliz y sin preocupaciones, pero no seria así.

Al abrir los ojos encontróse a la pequeña Alice al otro lado de la cama, mirando a su madre, sin ninguna expresión en su rostro, perdida la niñez antes de tiempo, miró a su hermano con los ojos rojizos por las lágrimas.

Lion se preparó para enterrar a su madre...

Al acabar entró en aquella casa en la que sólo eran felices las ratas y se envolvió con unos jirones las manos sangrantes fruto de la tarea de enterrar a su madre, ya no le quedaban más lágrimas para derramar, y se sentía muy cansado, abrazo a Alice, sintiéndose más sólo que nunca, se sumieron ambos en un sueño intranquilo.


Escucharon el ruido de caballos al día siguiente, seis hombres venían con la bandera del rey a cobrar los diezmos por la posesión de la miserable tierra en la que se aposentaba su hogar, al no poder pagar los altos tributos que se le pedían, sol hombres prendieron fuego a la casa y ordenaron al chico que se marchase de ahí con la niña y lo poco que había podido salvar, poco o nada les importó la situación en la que se encontraban, y menos el hecho de que pudiesen morir congelados en los bosques, o devorados por algún animal salvaje. Lion escuchó sus risas mientras disparaban alguna flecha a los niños azuzándoles a huir, internándose en los bosques de la región, para dejarles morir.

Intentó hacer un fuego con el pedernal, pero la madera estaba húmeda y no prendía, cubrió a su hermana con la manta que había cubierto a su madre en su lecho de muerte, y pasaron la noche temblando de frío, de pena, y de miedo por si algún animal salvaje les daba caza, decidió que salvaría la vida de Alice, aún a costa de la suya propia, no quería que su hermana muriese en aquel lugar, y no dejaría que ello pasase, la llevaría a alguna aldea o ciudad, donde pudiese vivir

Fue una noche muy fría, la mas fría que se recordaba en cinco años.

Marie salió de la casa para recibir a su marido, como cada atardecer había hecho en 10 años de casados, le vio llegar junto a su hijo, ambos a caballo, cuando vio sobresaltada que su marido llevaba un bulto entre los brazos y su hijo, lo que parecía un cuerpo sin vida en la grupa de su caballo.

El hombre había partido de caza con su hijo y en el bosque encontró a un niño abrazando a una pequeña de unos tres años, la había envuelto en una manta raida y en una capa de piel de oso, para mantenerla caliente, a costa de morir congelado, pudo mantener la vida de la niña, aunque esta tiritaba cuando Marie la entró en el hogar para darle calor y un poco de sopa de pollo para que la pequeña entrase en calor.

Su marido le relató como la encontró y miraron el cuerpo del niño, que sólo tendría un par de años menos que su hijo, su rostro frío, transmitía paz...

Enterraron su cuerpo a unos diez kilómetros de donde descansaba su madre, pero eso la familia no lo sabia.

Ahora, tenían una pequeña, una niña bellísima, que al cabo del tiempo volvió a sonreír y la piedad del tiempo borró de su mente esos años tan duros, borró el recuerdo de su casa, el de su madre enferma y el de un hermano que dio su vida para salvar la de ella.

F I N 

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